Ambos tienen, en su calidad de genios con mucha fuerza mediática, puntos en común. Destaco dos de las sincronías que acompañan a estos admirados hombres públicos, el torero tiene cierta propensión, no tan extraña como pudiera parecer en el escalafón taurino, a la lectura y una curiosidad amplia hacia la cultura El peruano ama desde la infancia la fiesta de los toros y es capaz de recoger el máximo galardón de la literatura mundial con una montera como testigo en el emotivo discurso de agradecimiento que pronunció en la ciudad de Estocolmo
Otra cosa que amalgama la capacidad de creación de ambos monstruos es un acusado sentido del riesgo en la forma de cultivar sus respectivos talentos. Es vargitas un intelectual capaz de saltar de los Andes más íntimos de los Litumas al Londres colonial, la Amazonia peruana o el África negra de su última novela. Su literatura, osa recrearse en temas tan temporales como la propia relación del autor con las mujeres de su familia que han compartido su vida y su lecho, La tía Julia y el escribidor. De escribir libros mayores de abierto contenido erótico, Los cuentos de don Rigoberto, o de escribir una genial novela cumbre en la técnica, con la denuncia de un sátrapa sudamericano como inspiración. La fiesta del chivo. Capaz no sólo de escribir teatro sino de interpretar sus propias obras encima de las tablas en casi monólogos intrépidos El de Galapagar es un torero cuyo compromiso le lleva por caminos de heterodoxia. Capaz de retirarse estando en el culmen de su éxito, tan valiente para permanecer impasible delante de un morlaco como para desafiar al establishment del oligopolio taurino más intransigente, firmando una carrera atípica, alternativa en Mexico, apoderados independientes y transversales, y un recorrido por el escalafón de un auténtico fuera del sistema. Capaz de evolucionar en la técnica no para huir del riesgo sino para arriesgarse mejor. Estos componentes unidos a una regularidad inaudita en el éxito en las plazas de la máxima responsabilidad lo encumbran a lugares de privilegio reservados para los llamados figurones del toreo.
Más puntos de confluencia en la identidad de entrambos innovadores, es su evidente compromiso ético que trasciende otros ámbitos que aquel en el que desarrollan su actividad principal. Es el literato un hombre capaz de presentarse a presidente del más convulso Perú de la historia, sordo a la marabunta de la izquierda de lo políticamente correcto que critica su liberalismo económico y su renuncia a los ideales de juventud. Tomás muestra una profunda inteligencia con los más desfavorecidos de la fiesta brava, con los creadores que circundan el mundo del toro, sabiendo además ser magnánimo sin que la mano que da los naturales se entere de lo que hizo la que dibuja los derechazos.
Otro punto de innegable intersección del arequipeño con el madrileño es la expectación que levantan sus reapariciones, más incluso, cada uno de sus anuncios en los carteles de feria o en las previsiones de publicación de una editorial. Este año El sueño del Celta agotó sus primeras ediciones aún antes de presentarse en los escaparates de las librerías, del mismo modo que las entradas para los festejos donde intervenía José Tomás se agotaban antes incluso de ser puestas a la venta en las taquillas. Y aquí viene el último y diabólico aspecto que supera un razonable aspecto concurrente. Ambos han decepcionado, a los tomistas uno, a los vargistas, otro. El resto de seguidores sin ismos no se pueden sentir defraudados ante dos obras de arte más que notables de ambos protagonistas de este juego de los parecidos. El sueño del celta no es una novela fallida pero no logra que el lector pierda la noción de su propia realidad para meterse en la piel o en la trama de aquel Roger Casement. De técnica literaria irreprochable, con su sorpresa hábilmente sustraída hasta que el autor decide y con un componente social y tribal suficiente, sin embargo no emociona. José Tomás ha vuelto el 23 de Julio en Valencia, luego Huelva Bayona Gijón, Ciudad Real, ha estado valiente, arriesgado, puro y despaciosos, pero, y ahí nos duele, no ha conseguido el reaparecido tras la cogida de Aguascalientes, que el tomismo militante levite y se sublime a la máxima expresión del arte. Los enemigos de ambos han aprovechado el momento para sacar de sus más bajos rencores el cobarde hacha de guerra. Los acérrimos se ha quedado con cara de tontos sin saber verbalizar su decepción. Sólo los que de verdad saben de que va esto, la literatura, el toro, respetan el momento grande, que no brillante, de los dos prohombres.
Me atrevo a decir que en ambos ha sido el enemigo elegido el que ha fallado. Los dos creadores disfrutan en este momento de sus respectivas carreras de poder elegir. Si un escritor del montón de relativo éxito se acerca a una editorial, su agente le sabrá indicar, de forma indubitable pero con infinito tacto, por supuesto, que tema es sobe el que debe versar y de que manera debe abordarlo en su obra, a que programa, entre una tertulia y una isla, debe acudir y con quien debe dejarse ver. Cualquier novillero sabe que corridas debe matar, con quien se debe acartelar, en que finca ganadera tentar y donde debe torear. Nuestros dos héroes ya han superado infinitamente esas servidumbres y eligen tema, ganadería, plaza, editorial, y restos de elementos que rodea cada actividad. De ahí que el error de uno en elegir un personaje turbio, de acendrado cariz nacionalista irlandés, de luces y sombras en esta época de maniqueísmo universal y el error de otro al enfrentarse con los ganaderos de más alta probabilidad de éxito por el momento de sus vacadas y optar por ganaderías de poca fiabilidad en su constancia de bravura y casta, no pueden ser achacables más que a ellos mismos.
Los dos se han equivocado, ninguno ha fracasado, pero de ambos se espera más, sobre todo por parte de ellos mismos.
Un último punto de unión de Jose Tomás y de Vargas Llosa es que con ambos he tenido la oportunidad de hablar en dos ocasiones, la primera con ambos fue decepcionante, el escritor estaba en Huelva, año 95, con motivo del festival de cine Iberoamericano, me acerque en su hotel a robarle unos minutos me miró y me espeto, joven, para que usted pueda seguir disfrutando de mis escritos es inevitable que me retire ahora mismo a mi habitación para poder escribir. Al torero, año 99, en otro hotel de la capital onubense le solicite que se compartiera tertulia después de haber toreado con Curro y Morante en La Merced, me miro de arriba abajo y me contesto “¿Para hablar de toros?, si respondí, claro, lo siento me rebatió “a mi lo que me gusta es hablar de futbol”
Con José Tomás en Huelva |
La segunda y última conversación con mis dos admirados personajes, fue de contenido y duración muy superior. Os voy a desvelar sólo una pequeño esbozo de cada una. La Carolina, Vargas Llosa sentado en el mismo restaurante es una tentación a la que no debo sustraerme. Lo invito a los toros, ¿Quien torea? me pregunta, Paquirri, Fandi y Oliva Soto le respondo y afirma “Me atrae el cartel, soy muy partidario de Rivera”
José Tomás en otro restaurante, en este caso onubense es otra sugestiva llamada a la que no puedo renunciar. Cuando hablamos de cante hondo me dice que se queda con El Cigala, cuando hablamos poesía, es Sabina quien destaca el de Galapagar como autor predilecto.
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