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martes, 26 de abril de 2011

Una tapita de Oliva al natural

Crónica de la segunda de feria en Sevilla. Conde de la Maza para Vilches Fandiño y Oilva Soto.
Tarde apacible, toros complicados toreros que apuntan y no disparan, casi tres cuartos de plaza. Una tapita de buen toreo que es muy poco, siquiera media ración hubiéramos querido


  


Luis Vilches de fucsia y oro  dos silencios dolorosos, Ivan Fandiño de malva y azabache dos silencios indiferentes y Oliva Soto de banco y platino Ovación y Silencio de despedida tras aviso.

Tarde de toros esperados, toreros necesitados y espectadores amargados.
La corrida de toros fue desigual, todos con cara y alguno muy astifino, más sosa que complicada, bueno el tercero, se dejaron en tonto enterándose, cuarto y quinto, un bicho el primero, peligroso el segundo e incierto el sexto.
Luis Vilches, un torero de tanto gusto como poder, se  volvió a topar con su destino, no puede ser, ni al guason primero, al que toreó muy bien con la seda, ni al descastado y soso cuarto, les pudo obligar a ser los colaboradores necesarios para el cambio de rumbo de una carrera que languidece.
Ivan Fandiño vino desde Vizcaya por ser apoderado por quien lo es y se fue igual, valiente el vasco con el cariavacado quinto y con el peligroso segundo profesional, pero sin nada que emocionara.
Oliva lo tuvo todo a favor, cae bien en Sevilla, llena además de cameros entregados, es distinto y tiene argumentos para enamorar, se lleva el toro más potable del encierro (dizque hermano de padre y madre que el que le puso a funcionar el pasado año), la presidenta del festejo le barrunta lo potable al del Conde y no lo cambia ni lo obliga a volver al caballo pese a las protestas, no se aflige el torero con el tarantantan de inicio, se gusta con la derecha, lo cuaja por la izquierda, le suena la música, un cambio de manos enloquece la Maestranza y entonces..., entonces no remata con gusto, nos deja con la miel en los labios, coge la espada de no matar y claro no mata, nuestro gozo en un pozo, el suyo en una sima oceánica.
Al incierto sexto lo recibió con disposición, lo trasteó con indecisión y lo mató con la misma espada del tercero, la de salirse de la suerte.

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