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jueves, 13 de septiembre de 2007

Jamaicano hijo de Jamaicana (toro de Guillermo Acosta)

Lleva Jamaicana unos días esquiva, no acude pronta cuando los vaqueros vocean esparciendo la paja. Recelosa, pasa mucho tiempo tumbada y lejos del resto de la manada, muge y no se aleja de la umbria del viejo acebuche. Duque se le acerca con frecuencia, ventea sus cuartos traseros y ella huye con premura arqueando el lomo y berreando como si estuviese indignada.

La primavera ha llegado con alternancia de agua y sol, no se apura el hierbazal de “La Torre”, los abejarucos colorean el aire, más de una mañana alguna vaca, al empezar a mordisquear en el pastizal, se rebrinca asustada ante la carrera de una liebre. Las tórtolas turcas, que no emigran, llenan los acebuches y los alcornoques, las cigüeñas, que emigran menos, se posan pesadas en la dehesa y rebuscan algo que comer, les da igual vegetal que animal. Florecen los panes y quesos, brotan las tanas, una en cada vieja boñiga de vaca y se alzan majestuosos las varas de San Antonio.

Duque, el semental, impresiona cuando con bamboleante prestancia dirige su andar pausado hacia alguna hembra. Las treinta y tres vacas que componen su harén, ante semejante explosión de vida, se entregan gustosas. Sus hormonas bullen, su sangre es pura lava y se someten al tálamo con deleitación, al acabar se separan entre escalofríos de placer. Sabia, la naturaleza, multiplica el celo en los años de bonanza como este, la predisposición a la cría se eleva y rara será la vaca que no acabe preñada y traiga un choto después de nueve meses. La mayoría de los becerros nacen en primavera, y si las madres no quedan preñadas en la cuarentena lo suelen hacer en el primer o segundo celo, el celo es corto, apenas un par de días, y si el semental no se anda con ojo tiene que esperar una luna para coger otra oportunidad.

Esta tarde Jamaicana casi no se ha movido del acebuche, corría un ligera brisa y ni a beber ha querido ir al pilar. Jilguera, herrada con el 27 del año 95, se ha acercado por dos o tres veces y se ha alejado un poco molesta por la indolencia con que su medio-hermana la ha recibido. Andan hermanadas desde que nacieron con días de diferencia, hijas del mismo semental, en el mimo cercado, se herraron una detrás de otra, y el día de la tienta las dos aprobaron con nota el mismo día, a Jamaicana la lidio Vicente Bejarano, Jambrina le toco en suerte a Emilio Silvera. Pero hoy no quiere pastar con Jilguera ni con nadie, busca ansiosa la soledad, conoce los síntomas y adivina que nadie la va a ayudar en tan duro trance. Ya lo ha hecho muchas veces, tantas como nueve. Sabe con la certeza infalible de la madre que va a parir.

Hace días, se siente lenta, la vulva hinchada y los ijares hundidos, hoy además siente ligeras contracciones, siente el calostro apremiante en las ubres y la sequedad de su boca le hace arrepentirse de no haber ido al beber, pero ¡se sentía tan pesada! Ya anocheciendo ha arrimado la culata al acebuche, ha encogido el lomo y ha metido los riñones, no muge, su ancestral instinto le enseña que cualquier sonido podría atraer a un lobo o a un perro cimarrón. Ya no hay lobos por estos lares pero un instinto es un instinto y lo siglos marcan, no lo perdemos así, tan fácil, también los perros asilvestrados incluso los cortijeros, son peligrosos, abundan los meloncillos y los zorros y al vaquero, cuantas menos pistas mejor. Sigue el instinto pero cambia el enemigo, los mugidos de dolor de Jamaicana siguen callados, casi mudos como doliéndose para adentro.

Ahora empuja, empuja con rabia y pronto siente las pezuñas del aún nonnato en su vagina, como si fuera a tirarse de un trampolín, tiene la cara entre las manos y a cada contracción avanza un poco hacia la calida noche, Jamaicana toma aire, empuja y de pronto siente como si una chupona le hiciese el vacío y, después del sonoro taponazo, ya ha salido la cabeza que oscila inerte, abre aun más las patas, toma aire, más aire, arquea el lomo, le gustaría mugir pero se traga el desahogo y todas sus energías las consume en empujar. Ahora tiene que salir la cadera, la parte más ancha del becerro y vuelve a empujar. Sabe que no tiene mucho tiempo y apenas treinta segundos después de haberle hecho asomar la cara vuelve a empujar y el recental cae al suelo con la fuerza necesaria para despertarlo.

Jamaicana da la vuelta y mira con orgullo al recién nacido, se agacha y comienza a lamer con ansias la telilla que lo recubre, no le importa que aún mantenga el vinculo a través del cordón umbilical, tampoco le importa que la placenta le cuelgue todavía ni los cuajarones de sangre por doquier. No le importa nada por que, en medio de la noche de media luna escasa, ha tenido lugar otra vez el milagro de la vida, de la vida que sigue a la vida y que trae más vida. Jamaicano lucha consigo mismo por incorporarse, la vaca sabe que es fundamental darle calor y se afana en la tarea de secarlo. En el silencio de la noche se consolida en soledad la fraternal unión.


Hoy treinta y uno de Marzo he nacido de madrugada, me llamo Jamaicano, macho, cardeno, bragado, hijo de Jamaicana, marcada con el 25 del guarismo 95 y el hierro del Diego Garrido residente del cercado donde campa y manda Duque, marcado con el 12 del año 98 y con el hierro de Guillermo Acosta nieto de Duquesa y de Capuchino por parte de padre y de Malagracia y de Dormilona por parte de madre.

Yo no lo se pero desde hoy unos cuantos locos van a estar pendientes de cada movimiento que haga y andarán detrás de mí con cámaras y libretas en cada momento importante de mi vida, cuando me pongan el crotal, cuando me ahijen , cuando me hierren…, van Vds a conocer mi vida

En fin que sin duda hoy ha nacido una estrella.

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