Don Celestino Cuadri era un hombre observador y generoso. no perdió puntada del detalle y desde ese día le puso un jornal de hombre y le marcó un destino de hombre al niño que era ganadero desde su cuna.
Ese José Escobar ya está jubilado, este Jou, con evidentes rasgos anglosajones, es el libro escrito con tierra sobre piedra de Cuadri. Don Celestino se empeñó en que fuera el mayoral del futuro, "Te tienen que gustar las vacas tanto como las cabras. Es un ganado más agradecido y noble" le repetía, mientras le daba las listas de las familias, la de las "Mañas", de las "de Huelva hasta el Rocío", la de "las Tratantas".. "para que te hagas con ellas".
Conocimos a José cuando ya era un mito. La historia que contamos hoy es la suma de dos historias y una conclusión evidente,
Así acabó la lidia de Brujo Jose Miguel Arroyo en Mont de Marsan Terres Taurines |
Tres años antes, o después, en una plaza de la Mancha se enchiquera una corrida criada en Comeuñas. Quien ejerce de torilero anda contento el hombre. Noche de feria, protagonismo complaciente, efluvios del alcohol que aún no se han disipado. Para ayudar en la labor, José debe bajar al corral desierto, típicos escalones de hierro forjado. José baja de espaldas, avisa de que esperen a que esté dentro del chiquero para abrir las puertas de los corrales. El torilero aguanta en sus manos las dos cuerdas de esas puertas detrás de las cuales están lo toros, mientras José baja. En un momento el torilero decide abrir, sin mala intención, se lía el hombre aconsejado por el vino y tira de la soga. Escobar pone el pie en el suelo y recibe, sin saber de donde viene ni de donde ha salido, el empellón del toro que se ha colado tras abrir la puerta el alegre hombre de la soga. Mientras vuela Jou a resultas del terrible impacto, comprende la situación. Al aterrizar de nuevo, de manera milagrosa de pié. el toro se le arranca de nuevo y Escobar, de paisano pero con sombrero de ala ancha, se quita el sombrero y se hace el quite tirándolo al arrancarse el toro. El toro acude al gorro, se desvía lo justo y golpea la muñeca del mayoral al que le arranca el reloj, que Jou recoge sin dejar caer al suelo mientras se refugia expedito en el burladero. Una vez dentro, aún el pitón del toro le rompe los vaqueros. Desde la meseta de toriles mucha gente ha seguido la secuencia. Se ha rondado la tragedia en unos pocos segundos que se hacen eternos. Los murmullos siguen a los gritos de horror. José sube la escalera. se dirige al avergonzado torilero, le da la mano y le dice que deje las cuerdas, que alguien habrá que este en condiciones de manejarlas. Los asistentes esperan una reacción furibunda, una bronca al menos. No conocen a Jou, la templanza del bravo, la bravura del noble. Ni un aspaviento, ni un grito, ni una mala cara en el hombre con los calzones blancos al aire, sin reloj y sin sombrero pero con agallas.
Hasta aquí las dos historias.
El silogismo es el siguiente
Si cuando dañan a un toro de Cuadri José Escobar se tira a degüello del agresor.
Si cuando le hacen daño a él mismo, reacciona como un pusilánime
Entonces José Escobar quiere más al ganado que a su propia vida.
Y no es una forma de hablar, está empíricamente demostrado. Mucho antes de estas pequeñas historias.
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