Diamante Rubio
Yo se que con él nada es lo que parece, desde sus gafas que nunca tuvieron una mota de polvo en los cristales. Se quedó prendado del toro de chico, actuó durante algunos años en un espectáculo cómico taurino y luego se dedicó a dar vueltas a España allá donde hubiera toros, a la España más al sur de su Graná repartiendo bastones y bolígrafos gratis. "Gratis" a cambio de un jornal. Se puede decir que fue el último buscón de Quevedo, el más guasón con peligro, malafollá si quería, bohemio y buscavidas.
Sentado cómodo sin gentes a su lado, vestido de impenitente guayabera. El primero en aplaudir con dos manos grandes y sonoras que parecían dos muestrarios de nabos, aficionado a la música, siempre gritaba "Música, maestro". Dormía en las recepciones de los hoteles, viajaba en taxí, vivía del toro como palmero.
Trabajaba en "los toros" y si no mirad la anécdota, la cuentan de Huelva, la han vivido en Sanlucar y hay quien la recuerda en El Puerto. ¡Que más da!
Tras lanzar dos oles a destiempo y palmotear con fuerza dos "miarmas" le espetaron
Cállese, oiga, que venimos a los toros a verlo no a oírlo a usted.A lo que él respondió sin dejar de palmotear
Se callen ustedes. ¿Pero no ven que yo estoy trabajando?
Dejamos de verlo hace una década. "Murió" me dice alguien.
No creo, los que se recuerdan no mueren nunca
Un personaje
Pedro Delgado lo captó con todos sus perejiles en Huelva.
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