Por José María Martín. 05-08-2014.
PLASENCIA (Cáceres) Corrida nocturna mixta.
Ficha del festejo
PLAZA DE TOROS DE PLASENCIA
Corrida mixta nocturna, con motivo de la festividad del Martes Mayor placentino.
Algo menos de media entrada en noche agradable.
Toros de Hernández Pla, cinqueños todos, de excelente presentación y escaso juego, y novillos de “El Pilar”, excelente uno de nombre “Canastero”, al que incluso se llegó a pedir el indulto, y que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre y noble el otro.
El picador de la cuadrilla de Julio Parejo, José Antonio Lavado, sufrió una cogida en su muslo izquierdo, tras ser desmontado de su cabalgadura.
Emilio de Justo: Oreja y Vuelta al ruedo.
Julio Parejo: Ovación y Oreja
Alejandro Fermín: Dos orejas y Dos Orejas
Noche de contrastes en
Plasencia, porque fue salir al ruedo el novillo de El Pilar que hizo tercero, y
fue como ver salir el sol tras un día nublado. “Canastero” que así se llamaba
fue un torrente de bravura enclasada, que aunaba por ambos pitones fijeza,
motor, ritmo y largura. Y ante él, un incipiente novillero, de piel morena y
largos pelos, que supo encauzar ese río que suponían sus embestidas. Ya había
dejado destellos Alejandro Fermín en un par de pinceladas con el capote, pero
realmente fue con la franela dónde sacó a relucir la verdadera dimensión de su
tauromaquia. Hundidas las zapatillas, el compas abierto, los muletazos largos y
hondos se sucedían por ambos pitones, metiendo en la canasta, como las buenas
picotas del Jerte que crecen en su pueblo, al gran “Canastero” de El Pilar, que
permitía al de Cabezuela del Valle esperar sin enmendarse al utrero, que se
desplazaba más largo, de lo que en el mejor de los sueños un torero podría
anhelar. Faena que la petición de indultó alargó, nos permitió atisbar la
duración, como última de las cualidades que nos había pasado desapercibida, de
éste “Canastero”, antes de que Alejandro errará en su afán por culminar su obra
en la suerte de recibir. Que más da debió pensar el público, porque pidió con
fuerza las dos orejas, que la presidencia concedió junto con el honor póstumo
de la vuelta al ruedo al toro.
Con el que cerró
festejo, de menor condición que el tercero, Alejandro Fermín mostró,
disposición, entrega y valor, lo que le valió para cortar otras dos orejas,
debiendo afilar su espada para compromisos venideros.
Decía que noche de
contrastes en Plasencia. Porque esta es la parte de la historia que uno nunca
quisiera escribir, cual réquiem que está condenado a estrenarse en cualquier
funeral, hoy nos toca narrar el comportamiento de los últimos ejemplares
herrados con la hache mayúscula del legendario hierro de Hernández Pla. Y lo
cierto es que las reses herederas de aquella ganadería que lograron encumbrar
los hermanos Hernández Tabernilla, no han sido dignos sucesores de aquel
“Capitán” o aquel otro “Guitarrero”, que hicieron las delicias de la afición
venteña, en el último cuarto del siglo pasado, y ni tan siquiera de aquellos
otros ejemplares que pusieron en jaque a quienes se enfrentaron a ellos.
Los cuatro lidiados
esta noche, cinqueños todos, han sido un compendio de falta de raza y clase,
sosería que roza la mansedumbre, unido a la falta de recorrido, y el embestir
con la cara por las nubes que ha sido denominador común. Ante ellos una pareja
de toreros de corte más artista de lo que habitualmente acostumbran a
enfrentarse a este tipo de hierros, se han mostrado más que solventes, cortando
una apéndice por coleta.
Emilio de Justo, muy
inteligente arrancó la oreja del que abrió plaza, al que consiguió exprimir por
el pitón izquierdo, único potable, intentando alargar la embestidas y
consiguiendo extraer muletazos limpios, como aquel que quiere sacar agua de un
pozo casi vacio, antes de que el astado se echara antes de entrar a matar. Ante
el cuarto, con los mismos argumentos, perdió su premio al fallar en demasía con
los aceros.
El primero de Julio
Parejo nos engañó en el primer tercio, humillando y amagando con romper hacía
adelante, cosa que después no se consumó, y fue en el quinto, dónde con la
disposición mostrada por el pacense durante toda la noche, consiguió arrancar
una oreja, dónde todo lo tuvo que poner el torero.
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