Por
Vicente Parra Roldán
Hace cuarenta y seis años, la añeja plaza de toros de
Huelva acogió una novillada sin picadores en la que intervinieron Luis Tabuenca, de Isla Cristina; Rafael Romero, de Cortegana; y Paco
Torres, de la capital, en la lidia de seis astados de Concepción
Candaú.
Este cartel tiene la
curiosidad de contar con un joven serrano llamado Rafael Romero y conocido en su
pueblo por “El Cochero”. No fue larga ni exitosa la carrera del diestro de
Cortegana, pero su nombra ha pasado a la historia por ser el padre de la actriz
Blanca Romero, quien estuvo casada con Cayetano Rivera Ordóñez, por lo que
Rafael Romero fue suegro de dicho diestro.
Otra curiosidad que presenta el cartel es que el capitalino Paco Torres, años después, cambiaría su nombre artístico por el de Curro Méndez, con el que tomaría la alternativa y confirmaría en Las Ventas.
Por lo que respecta a la novillada, las reses de Candaú resultaron encastadas y con temperamento, superando en muchas ocasiones a los inexpertos lidiadores que vieron además como los novillos presentaron peligro. Aún así, los actuantes lograron triunfar y ganarse el afecto de los espectadores que, en no mucha cantidad debido a la coincidencia de un partido que jugó el Recreativo ante el Alcalá, se dieron cita en los tendidos.
Luis Tabuenca reapareció en este festejo después de un percance y se le notó falto de entrenamiento. Estuvo muy honrado y con ganas de agradar, por lo que cortó una oreja del que abrió plaza y fue ovacionado en el cuarto.
Por su parte, Rafael Romero puso de manifiesto tener maneras y buenos trazos así como mucha facilidad en el manejo de capote y muleta, demostrando dominio, soltura y elegancia, especialmente en su primero, al que le cortó las dos orejas. En el quinto, se lució con el capote, especialmente en unas gaoneras, para irse diluyendo con la muleta y estar muy mal con los aceros.
Paco Torres dio muestras de su desmedido valor durante toda la parte. Recibió a su primera con una larga cambiada y, con la muleta, estuvo temerario en una larga faena que fue premiada con una oreja. Volvió a lucirse con el capote en el que cerró plaza y, con la muleta, inició su quehacer con seis ayudados por alto para seguir con buenas series al natural. Sin embargo, fue falló con las espadas y, pese a que se pidió con fuerzas la oreja, la presidencia, muy exigente con el torero, no le concedió el premio.
Al término del festejo, los diestros recibieron el mejor premio: su próxima repetición en el mismo coso para satisfacer las peticiones de muchos aficionados durante el desarrollo de la novillada.
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