De acuerdo con la personalidad del protagonista, sorprendentemente se anuncia la alternativa de Jesús de Fariña para la tarde del 24 de marzo de 1.996, con un cartel compuesto por Emilio Silvera, como padrino, y Paco Aguilera, como testigo, y reses de José Luís Vasconcellos Souza D'Andrade.
En los días previos a la celebración de la corrida se había rumoreado que el diestro onubense no tenía formalizada la pertinente documentación; algo que sería desmentido con la aprobación gubernativa por parte de la delegación provincial de la Consejería de Gobernación al autorizar no sólo la celebración del espectáculo sino la actuación de Jesús de Fariña.
Sin embargo, los grandes problemas comenzaron a producirse con el primer reconocimiento de las reses presentadas. En el mismo, el equipo presidencial, que acaba de ser renovado, rechazó seis de las siete reses examinadas por falta del trapío necesario para ser lidiadas. La autoridad gubernativa concedió a los organizadores un plazo - hasta las 10 horas del día del festejo - para presentar otras reses y ser sometidas a reconocimiento.
El nuevo encierro, de la ganadería de José Ortega Sánchez, llegó a los corrales de la plaza sobre las 11,30 horas, pasando sin problema alguno el reconocimiento veterinario y siendo declarado apto para su lidia.
Antes de que se inicien las faenas del sorteo, el ganadero quiere cobrar el importe de la corrida. Se improvisa una reunión entre las partes afectadas para tratar de solventar la situación creada. Y surge la reivindicación de los subalternos que, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, decidieron solicitar el pago de sus honorarios profesionales.
Nuevas conversaciones y ningún acuerdo entre las partes en litigio.
La autoridad gubernativa concedió un plazo hasta las 14 horas para solventar los problemas surgidos. Ya se había sobrepasado dicho plazo y no había solución, por lo que a las 14,45 horas decidió la suspensión definitiva del espectáculo ante las adversidades planteadas por las partes en conflicto.
Esto es cuando sucedió en una corrida que, desde su anuncio, estuvo gafada. Y, como suele ocurrir en estas ocasiones, nadie se acordó del público, del que mantiene el espectáculo que se encontró con el anuncio de la suspensión cuando acudió a presenciar el festejo y se quedó sin toros como Jesús de Fariña también se quedó, momentáneamente, sin su día soñado.
Por Vicente Parra Roldán
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