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domingo, 28 de noviembre de 2010

El Abanico y el Albero de Valverde entregan sus premios taurinos con mucho sabor.


Multitudinario acto en la sede que comparten ambas peñas de la valverdeña calle Segovia

El Albero inició la entrega de trofeos reconociendo al ganadero de Cebada Gago que recibió su galardón como criador del mejor toro de un serial en que se lidió una corrida completa del especial encaste que se cría en la Zorrera de donde salió ese “Lapicero” que se lidió en sexto lugar en la tarde del 14 de Agosto, precisamente por el sevillano Agustín de Espartinas que recogió el premio a la mejor faena por su actuación ante el astado de Cebada.

 

 

El mencionado Lipi recogió el premio que acreditaba a Sánchez Vara como triunfador absoluto, merced a las tres orejas cortadas, de la feria valverdeña de 2010.

El valverdeño Raúl Corralejo se llevó una de las más cariñosas ovaciones de la noche, mientras que su hijo Francisco Raúl recogía el precioso trofeo que reconocía la mejor par de banderillas de los que se vieron en el coso de la Calleja de los Carpinteros el pasado mes de Agosto.

El matador Paco Barroso recibió, con el compromiso de entregarlo a Sergio Galán, el trofeo que reconocía la mejor labor a caballo del pasado ciclo agosteño.

Los valverdeños José Luis Cera, por su labor de apoyo a la peña desde su fundación y el saxofonista de la municipal banda musical valverdeña, Mario Charneca, por su arriesgado solo en la concha Flamenca, recibieron dos muy cariñosas y merecidas menciones especiales.

El acto continuó con los primeros galardones que entregó la peña femenina El Abanico,, Dos fueron los reconocidos por la ya necesaria y muy activa, en su corta vida, peña de mujeres que premió ó de nuevo a Sergio Galán y al onubense Emilio Silvera como triunfadores de la feria taurina de Valverde del Camino.


La simpatía de sus gentes, la seriedad del acto, la torería del personal, lo apetitoso del condumio y el recogido ambiente de la sede hicieron que se olvidaran los relojes y a altas horas de la madrugada se dio por finalizado el acto, con la sensación del deber cumplido más allá de la brillantez y rozando el corazón de los asistentes.

 

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