LITRI ALTERNATIVA A OTRO CHAMACO
Sebastián Borrero Chamaco II compareció vistiendo un terno verde manzana y oro para recibir a Altatorre, marcado con el número 27, 495 kilos de peso y de negro pelaje. Tras un buen saludo capoteril, llegó el momento de la ceremonia, oficiada por Miguel Báez Litri, vestido de azul y oro, y con el testimonio de Paco Ojeda, quien lucía un terno corinto y oro. Y con la muleta, el choquero nos hizo recordar su primera etapa, toreando muy despacio, con mucho gusto y llegando a los tendidos donde irradiaba ilusión por contemplar a este nuevo matador por el que parecía no haber pasado el tiempo, por lo que al acabar de una estocada le llegó el merecido premio de una oreja. No pudo repetir éxito en el último de la tarde al fallar con la espada, pero el público, muy sensibilizado durante toda la corrida, le obligó a salir por la puerta grande a hombros junto a Litri para festejar la marcha y la llegada de dos toreros onubenses.
En la tarde de su adiós a sus paisanos, Miguel Báez estuvo en Litri y hubo mucha emoción durante toda su actuación, especialmente en el primero de su lote porque el maestro ofreció toda su gama para el deleite de sus admiradores que, emocionados, le entregaron las dos orejas. La suerte se mostró esquiva porque el toro de la despedida, cuya faena brindó al empresario José Luis Pereda, no dio ningún tipo de facilidades para que la tarde fuese más jubilosa para el diestro, quien fue obligado a dar una clamorosa vuelta al ruedo al finalizar su actuación como reconocimiento del esfuerzo realizado para estar en estos festejos.
LOS ARTISTAS NO DIERON LA TALLA
Dentro de la amplia programación, la empresa había anunciado una corrida para toreros artistas contando con la presencia de los veteranos Antonio Chenel Antoñete y Rafael de Paula. Pero la presencia de ambos no levantó prácticamente expectación, de tal manera que el escaso cuarto de plaza que se cubrió se debió, fundamentalmente, a la presencia de numerosos seguidores del joven utrerano Curro Durán.
Y se eligió una corrida impropia de un ciclo como el onubense por cuanto las reses, del hierro de Ramón Sánchez Rodríguez, apenas tuvieron presencia (la mayoría de los toros no debieron haber pasado el reconocimiento), kilos, cornamenta, casta, fuerza ni bravura alguna. El quinto fue devuelto por falta de fuerzas y sustituido por un ejemplar de Ramón Sánchez Recio, igual que los restantes pero, además, con una mansedumbre tan acusada que fue condenado a banderillas negras, hecho que no se ha vuelto a repetir en la reciente historia del coso.
Los veteranos Antoñete y Rafael de Paula pasaron totalmente desapercibidos. La verdad es que más bien estuvieron ausentes del festejo hasta tal punto que el benévolo público onubense se enfadó con ellos y les abroncó al concluir sus respectivos toros. Nada bueno hay que reseñar de sus respectivas actuaciones, sino todo lo contrario, pasando por la plaza de La Merced con más pena que gloria. Ante la falta de colaboración de sus oponentes, se limitaron a dar unos cuantos mantazos y después a montar la espada, aunque tampoco se entregaron a la hora de la verdad y, por ello, se ganaron el disgusto de los espectadores, que también pagaron con ellos la pésima corrida que estaban soportando. Los artistas, en esta ocasión, fracasaron estrepitosamente, dejando una pésima sensación y se ganaron la repulsa de los espectadores, cuyas ilusiones de disfrutar se fueron diluyendo según salían las reses de los chiqueros y según contemplaban las desganas de los veteranos diestros.
Sin embargo, Curro Durán, sin llegar a cortar trofeos por la decisión del palco presidencial, que no atendió a la mayoritaria petición realizada al concluir con el sexto del festejo, fue el único que dejó algo para el recuerdo de los espectadores, especialmente en el toreo templado, artista, con gracia que imprimió durante toda la tarde, aunque, por desgracia, enfrente no tuviera unos animales que le hubieran servido para darle más categoría a todo cuanto hizo sobre el albero onubense porque aquello parecía un tentadero por la presentación de las reses. Aún así, el utrerano hizo lo único bueno de una tarde para el olvido y se ganó el aprecio de los espectadores, enfadados por el desarrollo del festejo.
Los veteranos artistas fracasaron en esta ocasión porque, además de no llevar gente a los tendidos, buscaron una corrida que nunca debió ser aprobada por los veterinarios. Y, para colmo, no permitió el lucimiento, sino que el aburrimiento y el sopor fueron haciendo mella entre los aficionados que pudieron disponer de unos momentos de alegría con el toreo de Curro Durán.
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