Anoche tuve un sueño.

Doce de la mañana de un domingo luminoso con el señor resucitado, el ambiente en Sevilla es de acontecimiento grande.

Atesoro en el bolsillo la entrada al milagro que me ha costado sangre, sudor, recomendaciones y promesas que nunca podré cumplir, como al resto de los diez mil afortunados que llenamos las gradas, bueno, alguno además ha pagado un Potosí. La Maestranza luce guapeza de mujer en día de desposorio. Toda España puede verlo, además de México, Perú, Portugal, Francia, Colombia... el pay per view ha supuesto más de un millón de pinchazos en todo el mundo, más de trescientos mil sólo en España.

Suenan clarines y timbales, nos removemos inquietos cuando se abre la puerta de los miedos, y de la gloria.

Tras los Trigo, uno de Chiva, de grana y oro andará por la izquierda hasta saludar al presidente, que es Juan Murillo en su reaparición, a la derecha anda uno de Galapagar de rioja y oro, de blanco y azabache por los medios, uno de la Puebla.

La plaza rompe en un clamor. No intentamos ocultar las lágrimas.

No se deshace el paseíllo. El minuto de silencio es estruendoso, el embajador de Haiti aprieta la mano de todos los participantes, empresa, maestrantes, matadores, banderilleros, picadores, monosabios, taquilleros, areneros, ganaderos, camareros, reventas, periodistas, cuadra de caballos,... todos han donado sus honorarios.

Sale el primero de Núñez de Cuvillo. Se aplaude la presentación del jabonero y el gesto de Álvaro, catalizador de voluntades ya que fue el primero que dio el paso al frente al donar la corrida. Ponce lo cuaja por verónicas desmayadas, mientras va ganándole pasos hasta la peseta de los medios, donde remata con una media imposible de lentitud y belleza. Suena la música, aquello va a reventar. Tras el primer encuentro entra al quite Tomás, que regala las chicuelinas más templadas y desafiantes de la ley de impenetrabilidad de la materia que se recuerdan en el Baratillo, remata con desplante acariciando la testuz de Cuvillo. Tras acudir al caballo desde la calle Iris, Morante saca al toro del peto y le pega dos capotazos rodilla en tierra que estremecen los cimientos de Sevilla, el remate a una mano, liándose la capa y quedando impertérrito mirándose las zapatillas en los mismos medios. Se ha olvidado que por la tarde le espera otro paseíllo en la misma plaza abriendo cartel.

Esto es historia, Antonio Tejero aguanta al toro en el burladero de la segunda suerte mientras los tres matadores dan una clamorosa vuelta al ruedo con el público en pie mientras suena Nerva.

Mi memoria onírica me falla, se me amontonan en la partde del cerebro más próxima al corazón series de naturales magistrales, con derechazos de mano baja, remates de arte, kikirikis desplantes de valor, estocadas con los hombros entre los pitones, verónicas, manoletinas, pases del pescaito, tafalleras, portagayolas, éxtasis múltiples, orejas, ovaciones. distingo un indulto a un toro de seis varas, los tres matadores a hombros y casi seis millones de euros para las víctimas del terremoto de la antigua isla de la Española que estudiábamos en los viajes de Colón.

Sueño que este sueño se ha revelado a mucha gente del toro, que es un sueño mántrico y telepático, que mi sueño puede ser realidad,  con los matices, las fechas, los ajustes necesarios, sueño que el toreo da otra lección. Todos andamos desvelados

Son las cuatro de la madrugada y sueño despierto que mañana, todos los blogs amigos lo piden unánimes, que los periodistas que tienen fuerza y nos leen empujan, que a todos los que nos duele la tragedia de Haiti nos movilizamos y el sueño acaba tomando forma de cartel de toros, el toreo responde, demuestra su grandeza y gana posiciones en el corazón de las gentes, y en la consideración de los medios.

¿Será sólo un sueño? Ojala sea el principio de algo.