Casitoros para casi todos.

El consejo audiovisual de Andalucía ha recibido una queja formal de tres consejeros nombrados por PP y PA a través de la cual se denuncia el contenido de una de las últimas emisiones de uno de los programas estrella de Canal Sur, el programa de entretenimiento basado en el mundo del toro, dirigido por Enrique Romero, Toros Para Todos.
La denuncia tilda al programa de chabacano, de ofrecer una imagen distorsionada de la fiesta y de Andalucía, de utilizar un lenguaje muy alejado del andaluz culto, como marca el libro de estilo de la radio televisión pública. La carta de acusación continua y afirma que el vestuario de la presentadora en dicho programa era rayano en lo cómico, montada además a caballo en el estudio, con sombrero de ala ancha. También alude la queja a un «uso inadecuado de la imagen de la mujer”.
Le hacen un traje, no es la primera vez, algún crítico de las catacumbas, de los de colmillo retorcido y dueño de una barriga donde se puede organizar un safari, lleva un lustro llamando al programa, dice que por error, “Toros para tontos”.
Si desde siempre la innovación en cualquier disciplina ha sido diana de la crítica, en el tradicionalista y ancestral mundo del toro el miedo al cambio es mucho mayor, hubo quien criticó a Belmonte por la locura de quedarse quieto y bajar las manos, hubo quien calificó de mariconada las modernas banderillas de Sales o las andaluzas, todavía hay quien reclamaba por escrito, sirviéndose del burladero de un prestigioso medio de comunicación a mediados de los 50, eliminar el antiestético peto a los caballos de picar y dejarlos morir esteticamente con las tripas en el albero.
Parto de la base que sólo veo al relance alguna vez“Toros para todos”, me ha parecido siempre un programa innovador que ha conseguido atraer a muchos profanos al siempre endogámico y difícil mundo taurino, en especial una audiencia perteneciente a esa asignatura pendiente de la tauromaquia en los últimos decenios, el público infantil y juvenil. El proceso de captación de nuevos mercados ha sido un proceso inverso al alejamiento durante la emisión del espacio de la caja tonta del purista y del aficionado cabal.
Sus virtudes son sus defectos, descubrir los arcanos hasta el detalle de la vida del toro en el campo a través de la anécdota es divertido para el gran público y atenta al pudor del iniciado, perder el respeto a los ritos sagrados del toro atrae a nuevos espectadores pero aleja al tradicional ocupante de las gradas de las plazas de toros, usar un lenguaje más propio de Ronaldo que de Cúchares, acerca el toro al niño y lo aleja del viejo.
La polémica es viva, casi todas las opiniones están viciadas, la envidia del fracasado es mala consejera, la admiración entregada también hace perder el criterio. Posiblemente la verdad absoluta no la tenga nadie y el problema sea más de grado que de concepto. Enrique Romero es, además de un comunicador muy capaz y un aficionado cabal, un perfecto conocedor del toro desde todos los ámbitos, nieto del propietario de la cuadra de caballos de la Malagueta, hermano de un novillero que no llegó, informador taurino vocacional y de larga trayectoria. El equipo profesional del programa es magnífico, el planteamiento es arriesgado y brillante, el respaldo de la audiencia indiscutible. “Toros para todos” es un excelente producto televisivo de entretenimiento con el toro como reclamo y último motivo. Para no defraudar expectativas, en su publicidad debería decir algo parecido al envase de esos productos lácteos que por imperativo legal se anuncian como derivados lácteos, nunca pura leche de vaca. Es cierto que alguno de sus reportajes nos han resultado chocantes y que la actitud del equipo por los callejones y plazas de España y Portugal no siempre ha sido la más taurina. Demonizarlos por eso es de pobres de espíritu, ensalzarlos como el redivivo Cossio televisivo simplemente no se ajusta a la realidad.
Ya que tocamos el asunto, no acabamos la faena sin opinar que la retransmisión de las corridas en el canal público andaluz, y eso si que debe ser pura leche de vaca, que realiza el mismo equipo, se ha convertido en un infumable espectáculo. Ni se informa, ni se forma y es difícil que pueda entretener al largo plazo, tapar siempre al torero, obviar por norma lo incorrecto y aplaudir hasta el paroxismo lo vulgar, le quita importancia al siempre auténtico espectáculo taurino.
Al final, paradoja, la progrmación taurina de Canal Sur atrae al que nunca fue a los toros y repele al que vive como aficionado la fiesta brava.