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jueves, 29 de octubre de 2009

Tres homenajes al maletilla.

Este Conrado llegó un día a Brozas a lomos del diane6 d Vicente Porras ue lo había recogido en Alcantara, desayunó en el Kiosko y omo el aperitivo en la Concordia, me lo puso en suerte Vicente !Anda Javielito que ati te gustan los toros ahí tienes un torero"
A lo mejor fue mi primera
entrevista a alguién del toro y estas que les hace el entrevistador fueron mis preguntas. Si recuerdo que era un hombre sin
tiempo, sin sueños, sin mentiras ni verdades eternas.

Su orgullo le impedía "hacer dedo", su edad no le dejaba ser un maletilla, su valor no le consentía quitarse, su afición no permitía hablar de fracaso.

Hacía calor, mucho calor, sus zapatos estaban rotos, su alma también, desmenuzaba con acento indefinible historias inverosimiles sin principio ni fin y además los civiles no le dejaron torear, venía un contratado. Nunca pense que me lo iba a encontrar en la red de redes treinta años después. No es ejemplo de nada, ni paradigma más que de si mismo pero es...

1º)Conrado, el último maletilla


Conrado, la vida le ha ido convirtiendo en un personaje fuera de su tiempo. En un maletilla de leyenda, querido y admirado allá donde va y donde torea. Ciudad Rodrigo es su plaza de primera, y sus Carnavales, el compromiso más importante. Los muchos festejos en España y en los pueblos fronterizos de La Raya, en Portugal, rematan la apretada temporada taurina de Conrado. Tiene ya, 78 años, lleva más de sesenta queriendo ser figura del toreo y no se va a retirar nunca.

– Conrado, ¿cuál es tu profesión?
– Maletilla de toda la vida.

– ¿Casado o soltero?
– Soltero.

_¿Desde cuándo eres maletilla?

– Aproximadamente desde los dieciséis años.

– ¿Entonces soñabas con ser figura del toreo?
– Sí, sí, y todavía lo sigo soñando.

– ¿Qué calendario tienes de festejos?
– Pues el de costumbre. Mis ferias de toda la vida, de todos los años. Me aprecia la gente, yo colaboro, voy a sus fiestas con la ilusión de siempre y ellos me aportan lo mismo.

– ¿Cúales son tus ferias?
– Bueno, los pueblos, los míos. Yo tengo mis ferias como las puede tener cualquier matador de toros. En España tengo un calendario muy amplio, y en Portugal, todos los pueblos de la frontera, de La Raya, donde me quieren, me respetan y me esperan cada año.

– ¿Cómo te desplazas de una feria a otra?
– Bueno, no tengo esos grandes coches de las figuras, pero sí tengo grandes amigos, que cuando me ven por la carretera me dicen que suba. Aunque yo prefiero ir andando. Me gusta andar y me parece que físicamente le viene a uno bien. Además, así me da el sol y me pongo moreno.

– ¿Con el hatillo al hombro?
– Sí, sí, eso siempre. La gente y mi público me identifica así, me recuerda y pienso que el día que no me vean, me van a echar de menos.

– ¿El pañuelo del hatillo de cuadros?
– Claro, el de toda la vida.

– ¿Qué llevas en el hatillo?
– La ropa de diario, la de siempre, no necesito otra. Cuando hace falta, me la lavo en cualquier ragato, espero tranquilo mientras se seca... y de nuevo en marcha. También llevo la muleta, el estaquillador y el palo de ayuda que hace de estoque.

– ¿No llevas comida?
– Sí, sí, siempre, un pedazo de pan y un cacho de tocino, de chorizo, de morcilla, alguna lata o lo que se tercie. Sigo las costumbres tradicionales, soy un maletilla.

– ¿Sigues siendo como cuando tenías dieciséis años?
– Sí, sí, además tengo mi propia filosofía. Sé lo que tengo y me conformo. La sociedad de hoy es egoísta y materialista, y yo creo, que así no se puede ser feliz.

– ¿Tu verdadero amigo y tu ambiente, es el campo?
– Yo amo la naturaleza al mil por mil, y, aunque no quiera ser de esta sociedad, lo tengo que ser, porque es un sustento de vida, pero amo mucho más la naturaleza. Mi filosofía es vivir y dejar vivir a los demás.

– ¿Qué significa para tí Ciudad Rodrigo?
– A esta ciudad, he estado vinculado siempre y lo seguiré estando. Tengo muchos amigos y me acogen como a un hijo.

– ¿Qué suponen sus Carnavales?
– Ahí comienzo mi temporada y es la plaza más importante para mí. Ahora, ya no vienen tantos maletillas como antes, y además, con los dichosos recortes, no los dejan casi torear. A mí sí, me lo piden, me lo permiten y me ovacionan. En Ciudad Rodrigo me siento en casa. Soy el torero de ellos.

– Cuando llegas a la capea de uno de tus pueblos, ¿qué haces?, ¿cómo te reciben?
– Muy contentos y satisfechos de que vuelva un año más. Antes era distinto. Ahora, ya casi me enfocan como a uno de la familia, me admiran y desean que vaya. Antaño era muy duro, había que dormir en cualquier sitio, en un pajar, debajo de una tenada, o en una casa en construcción. Sin manta y sin colchón. No lo había, pero servía.

– ¿Conoces los hoteles de cinco estrellas?
– ¡Ah!, eso es muy especial para mí. Supongo que serán elegantes y demás, pero tampoco amo mucho eso. Yo vivo la cama dura, sencilla y no quiero esos lujos para mí, pues los lujos, y perdón por la frase, son cosa de un mundo demasiado materialista, pero en fin, el que pueda hace bien en soportarlos. Además, cuando duermo en el campo, contemplo y tengo para mí todo el firmamento, y ahí, tengo más estrellas que ésas.

– ¿Te han cogido mucho los toros?
– Al principio sí, pero por suerte, no he sufrido esas cornadas tan graves. He tenido cornadas menos graves, varetazos y puntazos. Pero he visto a compañeros con cornadas muy graves, que me han herido tanto o más, que si me las hubieran dado a mí.

– ¿Eres soñador?
– No. Aunque piense que la imagen que los demás tienen de mí sea de soñador. Yo soy un realista. Vivo mi propia vida. A lo mejor cuando era joven mis ideas eran distintas, pues tenía que estar pendiente de todos, porque quería ser torero. Me hacía caso de todos y me engañaban, pero, en fin, yo creía que todo era verdad. Hoy en día existe poca verdad, nos están vendiendo la imagen de las cosas. En una palabra, ahora ya me adapto más a mi filosofía.

– ¿Te has enamorado alguna vez?
– ¿Cómo?
– ¿Que si te has enamorado alguna vez?
– De mi muleta, sí.

_¿Cuál ha sido la mejor faena, que has hecho en una capea?
– Para mí todas son extraordinarias, y no me encuentro mal nunca. Lo que pasa es que los demás, me hieren cuando no estoy a su gusto, pero yo, para mí, siempre estoy bien. Además, he tenido un público muy a favor, siempre me ha tocado las palmas, por eso a mí, me parece que siempre estoy bien.

– ¿Por quién has llorado? Si es que has llorado alguna vez.

– Pues sí que he llorado. Sobre todo, esos días de Nochebuena, días especiales, que los demás viven esa vida, esos caprichos, que por mi añoranza, o por otras cosas, para mí no existen y por lo que me creo inferior a ellos.

– ¿En el hatillo, llevas imágenes, estampas como los toreros?
– Mi imagen es el fondo mío. Yo quiero llevarme bien con todos, y no hacer mal a nadie.

– ¿Sabes leer?
– Sí, sí
– ¿Qué lees?
– Lo bueno, lo malo, se aprende de todo un poco. Luego elijo lo que creo que es más conveniente.

– ¿Escribir?
– También.

– ¿A quién escribes cartas?
– A nadie.

– ¿Nunca has escrito una carta?
– Pues sí, pero muy poquitas. Ya llevo mucho tiempo sin hacerlo, porque cuando más escribía, era cuando existía mi madre.

– ¿Qué le decías a tu madre en aquellas cartas?
– Muchas veces la engañaba, con el fin de que fuera feliz.

– ¿Querías mucho a tu madre?
– Sí, sí, mucho. Además ella no fue culpable de lo que yo hiciera, o que buscara aquella distancia.

– ¿Cómo es tu casa?
– Es el campo. Muy grande, todo lo que ven mis ojos es mi casa. Me cobijo donde quiero, todo es mío.

– Cuando falten las fuerzas, ¿qué?
– De momento tengo unas fuerzas enormes, de juventud, como si tuviera dieciséis años.

– ¿No te vas a retirar nunca?
– ¡Jamás!
– Y si te tocara la Primitiva, ¿qué harías?
– De momento eso aún no lo he pensado.

– ¿Imagínate que fuera un millón de euros?
– Sería mucho ¿verdad?, pero, en fin, creo que viviría la misma vida, aunque a lo mejor no y me apartaba, porque seré egoísta como los demás. Viviría una vida con un poquito más de expansión, pero lo mío, el toro y mi afición, no lo dejaría nunca.

– ¿Te asusta la muerte?
– No. Porque ni pienso ni creo en eso.

– ¿Cantas cuando estás solo?
– En mi interior, sí, en alto no, porque tengo mala voz.

– ¿Qué cantas?
– Pues, esa vida de tristeza que siento muchas veces, que llevo dentro y que recuerdo.

– ¿Quién ha sido tu torero?
– Yo creo, que, en fin, y no estoy en contra de nadie, pero el más hondo, el más profundo y el más serio, ha sido Santiago Martín ‘El Viti’.

– Por cierto, ¿tienes libreta en el banco?
– ¿Libreta? No. Yo no tengo un trabajo como tienen los demás, que pueden ahorrar, yo vivo al día.

– ¿Vendes cartones de tabaco rubio que traes de Portugal?
– Sí, sí, pero sólo para algunos amigos de siempre. Pero si lo hago, para aumentar algo la economía, aparte de que las ganancias son pequeñas, algunas veces hasta me los ha quitado la Guardia Civil.

– ¿Qué llevas en los bolsillos?
– Calderillla y poco más, porque ni moquero tengo.

– ¿Seguirás pasando el guante?
– Particularmente en Portugal sí. Aquí en España, de esa filosofía vamos apartándonos un poco. Pero, en fin, muchas veces me dicen: «Venga Conrado, que has estado muy bien, pasa el capote, que tienes que sacar algo para comer». Y les doy las gracias por esa delicadeza que tienen conmigo.

– ¿Es rentable pasar el guante, el capote?
– Antes sí, sobre todo en los pueblos de La Raya, en Portugal. Allí cuando hacías recuento te encontrabas con pesetas, escudos, francos y marcos que te tiraban los emigrantes. Ahora con los euros, parece que tienes algo, pero no te cunde.

– ¿Qué pedirías para ti?
– De mometo no pido nada, estoy feliz con la vida que atravieso. Que me dejen mis facultades, mi lucha, vivir como vivo. No deseo nada más.

– ¿Cuál es para ti el colmo de la felicidad?
– ¿El colmo de la felicidad?, pues, qué sé yo. Si existiera ese colmo, la felicidad de uno, va en uno mismo. Yo creo que el colmo es vivir.

– Cuando mueras, ¿quieres que te entierren junto a la carretera?
– Sí, sí, y que me recuerden.

– ¿A quién le vas a dejar el hatillo?
– Que vaya conmigo también. Yo no quiero dejárselo a nadie, sólo para mí.

– ¿Adónde vas ahora?
– ¿Ahora?
– Ahora, mañana, el año que viene...

– Pues, ahora, sigo mi camino de todos los días, con dirección a Ciudad Rodrigo.

– ¡Que tengas buen viaje Conrado!
– Adiós.

Leído enTribuna.net, David Montero

2º) Así se veía a si mismo el personaje, y está es la lección del maestro Navalón, quizá esa fue la grandeza vital de Conrado, servir de oleo y modelo para esta obra de arte
Dice algún descerabrado que Navalón era torista, que despreciaba al torero, al profesional, hay que ser idiota, y no haberlo leido.

CONRADO: UN RETAZO DE HISTORIA.
Cuando ves llegar a los futuros toreros a las fincas te das cuenta que algo ha cambiado profundamente en la vieja historia de los maletillas que han quedado ya en el pasado del olvido. Llegan en sus coches acompañados del padre o del presunto apoderado con ropa de marca, zapatillas de deporte y casi nada que tenga que ver con la sufrida profesión que no sean los capotes y las muletas flamantes. Muchas veces hasta las vacas son de pago. Han sido contratadas previamente con el ganadero a veinte o treinta mil pesetas cada una como un capítulo más del presupuesto de la 'carrera' del chaval. Luego se da el contrasentido de ver las tapias vacías en las tientas normales cuando van las figuras o los toreros invitados, y al terminar la faena no hay ni un solo chaval para sacarle la decena de pases antes de soltarlas al campo.
Es evidente que se ha perdido la afición, el sacrificio de los principiantes y todas las fatigas que se pasaban hasta llegar a la placita y pedir el número para que el ganadero les mandara salir. Conrado sigue ahí como el último símbolo del pasado. Sigue ahí con más de setenta años y una señal en el hombro de llevar el hatillo por esas carreteras de Dios. Solitario, incansable, buscando la capea de un pueblo en fiestas sin ninguna gloria que esperar, pero fiel a su sino de darle unos muletazos al toro viejo, a la vaca de desecho o lo que salga por los chiqueros.
A Conrado se le ha quedado el pelo blanco y la piel renegra de todos los aires y todos los soles del campo y los caminos. Se le ha quedado el cuerpo como un sarmiento fibroso. No fuma ni bebe y come lo justo para sobrevivir. Vive como un espartano y duerme en un furgón abandonado a la entrada del pueblo, donde todos sus bienes caben en una mochila. Se ha quedado en Ciudad Rodrigo como el último modelo vivo de la estatua del maletilla que hay junto a la fuente del Árbol Gordo.
Se echa a la carretera sin necesidad de alzar la mano porque siempre se para un coche para llevarlo a Portugal o La Fuente de San Esteban, y cuando excepcionalmente no para ninguno, Conrado sigue indiferente al mundo haciendo su paseíllo solitario bajo el resol y los hielos. Y cuando no hay capea, el hatillo le sirve de 'tapadera' para comerciar con los cartones de tabaco rubio que le sirven para ganarse la vida, porque Conrado no sirve para dar 'toques', para humillarse a pedirle dinero a los señoritos o a los ganaderos.
Una vez llegó un sargento nuevo a la frontera y le quitó el tabaco. Lo trató como a un contrabandista y hubo una oleada de indignación. Como si a todos nos hubieran hecho un ultraje porque Conrado es ya una institución, como una parte más del paisanaje y todos tienen el deber de respetarlo. Y el sargento nuevo no volvió a molestarlo. Cuando llega el verano y los pueblos se amontonan en los remolques de los tractores, en los pocos cerros de labranza que se han salvado y en el increíble entramado de maderos para ver la corrida patronal, allí asoma Conrado por cualquier agujero de la talanquera con su vieja muletilla para dar su eterna lección de una tauromaquia simple y desnuda. Una faena sin arrogancias. El muletazo por algo aprovechando la querencia, con los cinco sentidos alerta para quedar colocado y el ojo puesto en la boca del burladero por si surge el desarme y llegar siempre antes que la cornada.
Sereno y sufrido, con la astucia de un gato montés, recorre toda la geografía de las capeas, duerme en los pajares y cuando suena el clarín ya está con la muleta descolorida dispuesto a enfrentarse al toro como un rito de su vida donde desafiar la muerte cada tarde se ha convertido en una costumbre biológica. Sin más. Cada toro que le sale a la plaza a Conrado debe parecerle el mismo, lleva ya cuarenta años sin esperar ni gloria ni dinero y sin temor a la cornada porque parece que no ha nacido todavía el toro listo que sea capaz de partirle la piel.
Y cuando llega la noche y la plaza del pueblo se llena de fiesta, de baile y de borrachos, Conrado se va en busca de otro pueblo donde mañana volverá a salir el toro y sentirá el calor de las babas en el polvo de su camisa descolorida, como un retazo amarillo de la historia de las capeas.
No sé cuántos años faltarán para que una mañana de enero cuando los pinganillos de hielo cuelguen del árbol de la fuente, alguien descubra el cuerpo sin vida de Conrado dentro del furgón con la vieja muleta de sus sueños sirviéndole de almohada y de sudario.
Y ese día, cuando ya no vuelva a hacer ningún paseíllo entre el polvo de los caminos, por las puertas de la eternidad pasará la última figura del maletilla.


Y 3º)Los Amigos del Camino de Alcala de los Gazules se acuerdan de la figura del maletilla

Esa figura entrañable del niño en la tapia, que pedía permiso para saltar a la plaza de tientas a dar cuatro muletazos a la vaca quemada ya, de peleas con los otros mozos, de sueños de grandeza de esperas en el Colón o el gran Hotel o en el bar del pueblo, de rumores, macutazos y de viajes en balde

El otro día nos lo recordaba el viejo Litri en Lucena del Puerto, la importancia de las capeas de los pueblos y de los maletillas, figura que debería ser reconocida como parte fundacional de los caminos y carreteras de la vieja "tierra de los conejos", la figura entrañable, hatillo rojo en ristre, estoque sobre el hombro, hambre de una vida y sueños de grandeza.

La Peña “Amigos del Camino” de Alcalá de los Gazules ha organizado el Homenaje Nacional al Maletilla, que tendrá lugar en la población gaditana entre el 30 de octubre y 1 de noviembre con la asistencia de cerca de más de medio centenar de antiguos maletillas que han sido localizados por el comité de organización, según informa Luis Rivas.

Las jornadas se abren con una exposición en el centro cultural Santo Domingo. Al día siguiente se desarrollarán coloquios sobre el reglamento taurino y su aplicación práctica, otra que analizará el papel del maletilla frente a las escuelas taurinas y una tercera sobre el toro bravo, con una conferencia previa del ganadero y rejoneador Álvaro Domecq Romero.

Entre los participantes e invitados estarán los maestros Andrés Vazquez, Ruiz Miguel, Espartaco, la directora general de juegos o espectáculos de la Junta de Andalucía, Macarena Bazán, entre otros. Asimismo, se realizará un monumento al maletilla obra del escultor Jesús Cuesta Arana.

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