Siguió caminando, veía el tejado del cortijo a los lejos y la referencia le servía de estímulo. Hacía frío, sus pies se hundían en los charcos que salpicaban el camino. La paradoja de la sed en medio del humedal y el sudor bajo el frío y la neblina le provocaba desazón.
Las contradicciones marcaban su vida desde hace mucho tiempo. Sin embargo su vida no era contradictoria, ya no, ahora era un destino dirigido hacia un objetivo único. El toro.
Por ese destino buscado había abandonado su cómoda posición de profesor universitario de la facultad de comercio. Dejó atrás la incipiente relación con una mujer de la que llevaba enamorado desde segundo curso y con la que disfrutaba de un apasionado amor nuevo, pero con formas de vieja relación de amores cálidos y pocas exigencias. Habían reiniciado el romance tras el divorcio de ella de un amigo común. Olvido el habito de la opípara comida los domingos en la casa familiar de sus padres del lago Maggiore, donde rara era la sobremesa que no acababa bien en drama de antiguos reproches familiares entre sus padres, bien con su hermano irascible y ausente, su insoportable cuñada y los otros miembros de la familia próximos y ajenos que desfilaban cada lánguido atardecer de domingo por la señorial villa.
Seguía andando con brío. El camino se le hacia largo, era un día de primavera del campo charro, el sol brillaba sin fuerzas, hacía viento y sentía las puntas de los dedos de sus pies arrugarse entre el frío y el agua, mientras su espalda se empapaba de sudor, su bonita camisa de tejido delicado y hecha a medida se le pegaba al cuerpo.
Siempre había sido un sibarita en su aliño indumentario, le gustaban desde siempre las ropas que le caían con garbo, elegía con esmero su vestuario entre lo más clásico y lo más osado sin caer nunca en lo ordinario o lo epatante, era lo que suele definirse como un hombre de natural elegante. Con apenas ocho años, el rito de desvestirse era motivo de chanza para su hermano mayor. Se sacaba la camisa sin volver las mangas, y la depositaba sobre la percha del galán, regalo navideño por petición expresa del niño, luego el pantalón, con sumo cuidado para no arrastrarlo por el suelo, hacía equilibrios sobre ambas piernas para acabar con la prenda cogida con apenas dos dedos por el extremo de las perneras que colocaba entre la barbilla y el pecho para reafirmar la raya pasando con firmeza los dedos pulgar e índice por toda la largura de la prenda y acabar posándola suavemente sobre el frágil mueble. Luego limpiaba sus zapatos. Cuando se dejaba arropar por la suaves sábanas, su hermano ya llevaba largos minutos de sueño, con la ropa arrebujada en los pies de la cama.
El camino se empinaba y decidió aligerar el paso iniciando una ligera carrera que le llevó hasta el último otero desde donde divisó cercana la casa y el resto de edificaciones de la finca. Se encontraba en forma, llevaba varias semanas yendo a entrenar a la Casa de Campo con los profesionales, se hacían toros, corrían, hablaban y pensaban en torero. Si alguna duda hubiera tenido, en ese ambiente de apasionamiento por el toro, las hubiera disipado todas,
Recreó la vista en el encinar que se desparramaba ante su vista mostrando la magnificencia de la dehesa salpicada de toros bravos tras la cerca de traviesas y alambres de espino. Paró un momento mientras tomaba aire en lo alto de la colina, quedo prendado ante la cercanía de lo que tanto había deseado, estaba en el toro, amaba el campo bravo, la naturaleza semisalvaje, esa creación artificial fruto de siglos de paciencia que es una dehesa. En el cercado que se prolongaba a su derecha pastaba una punta de vacas con su terneros, muchos recién nacidos entre el final del invierno y la apabullante primavera que se mostraba en su verde plenitud. A la derecha, separado de las vacas madres y sus chotos por el corredero de doble alambrada y el camino, se pavoneaba un toro. Se quedo mirando al que consideraba el animal más bello de la creación desde que lo vio, cercano y majestuoso, por primera vez, hacía ya tres años, en las marismas de la Camarga. Era difícil soportarle la mirada al rey de la dehesa. El encuentro visual se prolongó por unos instantes hasta que el morlaco se dio la vuelta, con desprecio y decidió que en otro momento seguiría con la ceremonia de la conquista interrumpida por el intruso humano.
Se hacía tarde. Maldijo el doble pinchazo del poco campero Volswagen golf y la falta de cobertura de los móviles en la serranía salmantina, que le habían hecho caminar durante casi dos horas camino de su primer tentadero, reanudó la marcha con prisas, deseando llegar al cortijo a tiempo. No quería ni pensar que hubieran acabado el desayuno serrano que le habían pronosticado y anduvieran ya tentado a las beceras, en la difícil decisión de dejarlas madrear o mandarlas al matadero. Había pasado toda la noche sin dormir, era un hombre tranquilo, pero una primera vez siempre conlleva tensiones. Desde que la tarde anterior le había llamado el joven matador, hijo de una antigua figura del torero de los años 70, y hermano de su amigo desde el internado, para decirle que le esperaba en esta mañana para acudir a su primer tentadero, estaba excitado y ansioso.. ¿Como traducir tentadero al italiano? tentadero…tentadorra, probatiura,.. , la noche antes no había sabido traducírselo ni describírselo a su novia en Florencia.
Al principio, en el internado suizo, no le llamo la atención Francisco, hijo de un matador fallecido en los ruedos. Pero la amistad entre el huérfano y el italiano surgió casi por obligación entre el bicho raro hijo de un “toreador” y un poco cazurro y el spaghetti “especial” . En el internado siguió su pulcritud y sus inveteradas costumbres respecto al cuidado de la ropa, las bromas pasaron a convertirse en insidiosas referencias a su sexualidad por parte de los gallitos, que sobrellevaba con ironías y algún que otro puñetazo que no solía encontrar respuesta dada la desarrollada musculatura que cuidaba en largas horas de gimnasio. Si un compañero se manchaba el uniforme, él siempre encontraba un remedio casero para evitar el castigo, manejaba con soltura agujas e hilo, arreglaba con prontitud las correas cuarteadas de unos zapatos.
Aceleró el paso cuesta abajo volviendo a correr, sentía la ropa empapada y un ligero temblor en las piernas, los grandes mastines del cortijo corrieron hacia él y ladraron en cuanto lo vieron.
Era un hombre del toro, y por tanto valiente, no perdió un paso ante los cancerberos y sólo les grito un par de veces, más con idea que lo oyeran desde la casa que para apartarlos. Pronto salio el guarda que calmó a los perros, a la vez que se preguntaba quien sería aquel hombre de acento extranjero que llegaba tan acalorado,
-En esto del toro cada vez hay gente más rara,- se dijo el hombre, antes de indicar al extraño que lo siguiera.
Quedó impresionado de la sencilla elegancia del caserío, el conocía los bellos edificios renacentistas de su patria y había estudiado algo tan italiano como encomia medieval, a medio camino entre la economía el arte y la historia, pero la sencillez imponente del cortijo de piedra le sobrecogió. No era uno de us sueños comprar un cortijo como los chvales que entrenaban en la Casa de Campo.
Siguió al guarda por la puerta principal hasta un pabellón desde el que salían voces y risas,
- Aún no han empezado,- pensó reconfortado.
Entró al amplio salón donde daban cuenta del frugal desayuno a base de migas y anginas y otras casquerías de cerdo. El apoderado de su amigo lo saludó con una copa de orujo en la mano y lo presentó como “Pietro” al resto de invitados y a los anfitriones ganaderos. La ganadera indicó donde estaban las habitaciones donde se estaban cambiando los matadores y banderilleros que iban a tentar.
Pietro saludo aturullado, su don de gentes se vio eclipsado por las bromas y la seguridad de un ambiente donde todos se conocían y conocían a gentes comunes desde siempre. Se sentía un extraño. Sólo fue un segundo, su sueño estaba a punto de cumplirse, su primer tentadero, una plaza de toros, pequeña plaza de tientas de la asolerada casa ganadera, en vez de un toro, becerras, bueno, para empezar no estaba mal y tenía que conocer los detalles del ambiente de la gente del toro por quien había abandonado todo.
Se disculpó y marchó por el pasillo hacía el sueño de su vida, vivir del toro, cerca del toro, sorteos, miedos, valores, en los callejones de las plazas, los hoteles, la vida de un torero; siguiendo ese ideal abandonó su cómoda vida en su patria, su carrera docente, sus cómodos amores y todo o conocido hasta entonces.. Hoy era el primer día de su nueva vida, no se sentía viejo para empezar nada a sus bien llevados treinta y ocho.
Tomó aire y entró en la habitación, el hermano pequeño de su compañero de cuarto en el internado y un viejo banderillero que ya había acompañado al padre de sus amigos hacía tres décadas, estaban en calzoncillos. El joven matador lo miró con guasa antes de espetarle cariñoso y sarcástico:
-¡Vaya profesional, Pietro, tu primer tentadero y llegas tarde! hay tienes las calzonas,- le dijo señalando la maleta-, prepara la de rayas.
-¡Como está esto!, -siguió hablando el viejo subalterno-, el toro es más serio, y más en tu caso, no se llega tarde nunca cuando se torea! Y tú empiezas con plantón .Vaya debut, Pietro, ¡como Cagancho en Almagro!
El italiano sonrió y se agacho para preparar el esportón y ayudar a su matador a ponerse los botos. Había cumplido un sueño, ya era MOZO DE ESPADAS.
Páginas
▼
martes, 7 de octubre de 2008
Debut con caballos.
DEBUT CON CABALLOS
Muy bonito cuento. Escrito con elegancia y perfecta prosa. Me cae bien el personaje, no así Francisco ni el hermano, que me parecen prepotentes. Pietro es exquisito, sobrio, sensato, seguro de sí mismo y seguro de lo que quiere... La historia está muy bien narrada, tiene ritmo, interés... huele a campo, a toro y a toreo, a sentimientos y a emoción... Me ha encantado.
ResponderEliminar