Si el miércoles Madrid había sido Ronda con Cayetano, el jueves fue Málaga, pero con Javier Conde de cabo gastador en el desfile militar de José Tomás, que tiene por objetivo igualar el registro de El Cordobés: dos corridas, ocho orejas, concedidas por el muy exigente público venteño sin otra oposición que la de Cañabate, que hablaba de orejillas para dar caña. Aquello, como era una dictadura, se llamaba vivir en pleno triunfalismo del Régimen, mientras que esto, como es una democracia, se llama vivir en pleno Régimen de opinión pública. Ahora mismo, José Tomás es el Brian (el Brian de «La vida de Brian») de Madrid. ¿Cómo se explica tanto entusiasmo, si, después de seis años, todo discurre según lo previsto? Previsto el público: público artista. Previsto los toros: toros artistas. Previsto el presidente: presidente artista. («¿Para qué se guardará este hombre las orejas?», se preguntaba la gente cuando no se las quiso dar ni a Urdiales ni a Morenito, el de Aranda. Pues ahí las tienen. Porque los presidentes de toros son como los árbitros de fútbol: unos días te dan y otros días te quitan. Y siempre dan y quitan a los mismos.) Prevista la descortesía: descortesía de artista (no sacó a los compañeros a saludar y tampoco brindó al Rey, que es lo que, al parecer, hace de él un gran republicano, pues el republicanismo en España nunca consistió en leer a Plutarco, sino en ser maleducado). Andares previstos: andares artistas. Orejas previstas: orejas artistas. Críticas previstas: críticas artistas (aunque, tratándose de un torero de izquierdas, haya que echar de menos la de Joaquín Vidal). El único imprevisto, ay, es que no hubo inmolación, y ahí radica el entusiasmo delirante del público. «El son de la trompeta es tan delicioso en las tardes solemnes de celestiales vendimias, que se infiltra como un éxtasis en todos aquellos de quienes ella entona las alabanzas». He ahí el éxtasis de lo imprevisto, según Baudelaire. De haber matado bien, ahora habría dos medios rabos victorianos en los palos de las banderas. Es igual. Mi querida amiga Pilar, que es marquesa, ha de sentarse con Salva en el 7 por una promesa, versión taurina de la historia de Felipe Igualdad.
IGNACIO RUIZ QUINTANO. ABC
"Prevista la descortesía: descortesía de artista (no sacó a los compañeros a saludar y tampoco brindó al Rey, que es lo que, al parecer, hace de él un gran republicano, pues el republicanismo en España nunca consistió en leer a Plutarco, sino en ser maleducado)"
ResponderEliminarPues no creo yo que todos los republicanos de este país tengan que ser maleducados, o tengamos que serlo, habrá de todo como en botica. A mí me parece estupendo que no le brindase el toro, me hubiese parecido peor que lo hubiese hecho.