El Ronquillo dice: Dos víctimas en la corrida de ayer: José Tomás y Las Ventas.
Siempre que hay víctimas hay autores y no son otros que la llamada secta y el presidente. La secta, pasito a pasito, hasta que no lleve al cadalso a su idolatrado torero, no va a parar.
Un torero como José Tomás tan sobrado de valor y disposición ante el toro como ayuno de recursos técnicos, temple y ligazón cuando su oponente ofrece dificultades de comportamiento.
Un público, el de la secta, predispuesto a glorificarle y a jalearle como bueno lo que no lo es, empujándolo hacia las astas de sus enemigos para satisfacer una frivolidad morbosa que la creen justificada al conseguir para él trofeos engañosos como las tres orejas de ayer.
Y un presidente, el de la Plaza del Infantado, el Presidente de cámara de José Tomás, que aprueba toros de escaso trapío y concede orejas de forma generosa e irregular, al que habría que enviarle el más sentido pésame por haber sufrido la desgracia de no poder darle un rabo a José Tomás en cumplimiento de su ferviente deseo manifestado a la Prensa en días pasados. Aunque no hay mal que por bien no venga, su amigo Toribio sale ganando.
FOTO: BURLADERO.COM
Jiménez Losantos anima las ondas de la mañana con su indignación por el regalo de tres orejas a José Tomás que sume a la plaza de Las Ventas en el pozo del desprestigio, con la colaboración de un público histérico.
José Antonio del Moral en http://www.periodistadigital.com/, y Barquerito en COLPISA ofrecen en sus crónicas el contraste de sus visiones del festejo transcurrido entre "la histeria y el patetismo".
Lunes, 16 de junio
JOSE ANTONIO DEL MORAL
Madrid . Tres orejas de histérico regalo al más patético y duro tremendismo de José Tomás
Por cometer errores garrafales e impropios de una gran figura del toreo con su primer toro y, todavía más, en el inoportuno, imperdonable y malévolo quite que hizo al segundo toro de El Fundi quien, por cierto, fue el autor del mejor quite con mucha diferencia de la tarde; y, sobre todo, con el quinto en el que José Tomás pareció buscar voluntaria y repetidamente los percances aún después de haber visitado ya la enfermería, resultó zarandeado y cogido tres veces más por lo que sufrió dolorosos golpes y tres cornadas de carácter grave, según el parte de los facultativos aunque, en un gesto de indudable dignidad – lo mejor en mi opinión quizá excesivamente fría, porque estaba mentalizado para ello, ante su locamente arrojada actuación, además, claro estuvo, de su calmoso ir a por todas costara lo que costase, hasta de subir al mismísimo borde de la guillotina del patíbulo, como asimismo esa manera tan suya de aquietarse con la suicida impavidez de los predestinados hasta no sé sabe qué final tendría aquella pretendida inmolación - siguió en la cara del toro sin ni siquiera mirarse hasta matarlo a costa del último y dramático, terrible revolcón. No obstante tan flagrante como emotiva vulnerabilidad, cortó la oreja sin petición mayoritaria del primero y único que mató de Puerto de San Lorenzo, tan manso y rajado como noblón por el pitón derecho, como el propio Tomás se encargó de demostrar en varios y encomiables redondos que a mi me reconciliaron por segundos con el torero que fue y que uno quisiera ver siempre -, pero muy peligroso por el en principio también posible izquierdo tras avisarse como consecuencia de la segunda cogida que sufrió al intentar un natural citando el torero dos veces seguidas por dentro y el toro sin fijeza y por fuera con querencia marcadísima a la tablas. Y del quinto, un gigantesco y manejable sobrero aunque sin clase y feble de Salvador Domecq que soltaron para reemplazar al titular que fue devuelto por flojo que no por malo – fue muy noble -, le dieron las dos orejas pedidas con histérico clamor pese al horrible espadazo con que lo liquidó en dramática ejecución de la suerte suprema tras un sin fin de tropiezos y engachones jaleados por la mayoría del público como el no va más del toreo.
Como el pasado domingo 5, la presidencia volvió a dejar en entredicho el prestigio de la plaza aunque el mismo que ocupó el palco ya había declarado estar dispuesto a conceder un rabo en cuanto se pidiera y, para colmo, después de haber consentido una burda maniobra en los reconocimientos, por la que, tras obligar las gentes de Tomás al ganadero a sustituir dos de los toros que estaban apartados para este festejo desde hace meses por otros dos de menor trapío con la cínica intención de que fueran rechazados y convenientemente sustituidos por un par de reses previamente elegidas, embarcadas y preparadas ex profeso en los corrales de la más fiable ganadería de Victoriano del Río. Algo absolutamente inadmisible que las autoridades superiores deberían investigar y, si se confirma, proceder al inmediato cese del señor Muñoz Infante. Muy desigual en presentación y en general deslucido el conjunto de reses finalmente lidiadas de tres hierros, cual limpieza de fin de temporada (solo tres del encaste titular). Aunque El Fundí se mostró en buen profesional con su primer y muy manso toro, terminó como el rosario de la aurora con el cuarto de Cortés, mientras el francés Juan Bautista, acertado en la lidia, templado y pulcro en los primeros tercios con el mejor aunque algo soso y crecientemente tardo de los de El Puerto, fue incapaz de dar el paso en su faena de muleta. Aunque, postreramente, Juan Bautista anduvo luego con ganas frente al franco aunque violento sexto, también de Cortés, muleteó demasiado precavido y casi siempre por las afueras en la faena. En definitiva, una corrida en nada y por nada ejemplar que, sin embargo, seguro que será calificada otra vez de histórica y, desde luego, de épica pese a que un veterano y muy buen aficionado abandonó la plaza hablando de "lucha de circo romano" y no pocos afirmado que una cosa es torear dominando a los toros y, otra muy distinta, dejándose coger en busca de provocar el muy rentable morbo de la infinidad de incautos que volvieron a llenar la plaza hasta los topes y no cesaron de aclamar al torero de Galapagar.
Madrid. Plaza Monumental de Las Ventas. Domingo 15 de junio de 2008. Tarde veraniega con esporádicas rachas de viento que molestó a los toreros. Tres toros de Puerto de San Lorenzo (primero, segundo y tercero) bien aunque en algunos aspectos justa y desigualmente presentados, decentemente armados y corto además de escurrido de culata el que hizo de segundo. Manso declarado aunque sin peligro el primero. Como asimismo el segundo que terminó completamente rajado aunque doblón por el lado derecho. El mejor aunque terminó muy soso y a menos fue el tercero. Cuarto, con el hierro de Cortés, muy gordo y descarado de cuerna y muy débil por lo que se defendió. Rechazado tardíamente y sin apenas justificación el adrede protestado flojo aunque muy noble quinto, se corrió un sobrero gigantón y manejable aunque sin ninguna clase de El Torero. Finalmente, el sexto fue también del hierro de Cortés, un pavo que, pese a mansear en el caballo, se fue muy arriba con violenta aunque franca embestida. El Fundi (tabaco y oro): Dos pinchazos y casi entera atravesada, aviso y silencio. Casi entera trasera, silencio. José Tomás (burdeos y oro): Pinchazo y casi entera trasera, aviso y oreja sin petición mayoritaria pasando a la enfermería de donde volvió a salir sin aparentes heridas. Medio aunque accidental puñalón trasero perpendicular y atravesado del que resultó dramáticamente revolcado, dos orejas, absolutamente inapropiada la segunda, pasando de nuevo por su pie a la enfermería aunque ostensiblemente herido, donde fue atendido y operado de tres cornadas por asta de toro una en cara anterior, tercio superior muslo derecho con una trayectoria de 20 centímetros pasando a la enfermería de donde volvió a salir sin aparentes heridas.que causa destrozos en el músculo abductor, la segunda en la cara interna de la rodilla derecha, de 5 centímetros y la tercera en la cara anterior, tercio inferior, de la pierna derecha. Pronóstico Grave. Fue posteriormente trasladado a la Clínica La Fraternidad. Juan Bautista Jalabert (marino y oro): Estocada tendida muy trasera con el toro aculado a tablas, palmitas. Estocada, silencio. José Tomás fue obligado a saludar tras el paseíllo sin que éste tuviera el detalle de invitar a sus compañeros a compartir la ovación. Claro que, después y en plena lidia, también se comportó como nunca debió hacerlo con El Fundi arruinando en un muy sucio quite las posibilidades que tenía el cuarto toro que tiró al suelo.
Alrededor de donde me siento en la plaza de Las Ventas, había ayer una pequeña representación de todos los sectores de espectadores y espectadoras, como quieren que digamos ahora, casi todos dispuestos a disfrutar a tope con José Tomás y solo unos pocos, entre los que me incluyo, tan expectantes como los demás pero dispuestos a que el ambiente que estábamos seguros iba a ser exactamente igual de incondicional con José Tomás como el pasado domingo, hiciera lo que hiciese, no nos volviera a contagiar lo más mínimo. O sea, que intentamos permanecer lo más atentamente posible a lo que ocurriera en el ruedo y, yo en concreto, con más determinación que nunca a conseguirlo por encima de todo como es mi obligación. Un aficionado joven que había dos filas más altas que la mía, intentó distraerme y hasta entablar una discusión conmigo sin conseguirlo cuando, cada vez que volví la cabeza, me increpó y hasta gritó sobre mis gustos que, por lo que decía, no coincidían en nada con los suyos porque él era uno de los miles partidarios radicales de José Tomás que había en la plaza y, por tanto, radicalmente antiponcista, solo que muy educado para mi suerte. A él le dedico esta crónica para agradecerle su digamos amable intento de confrontación. Debería escribirme en cuanto pueda, si lo desea, porque sería un honor poder hablar largo y tendido de toros con él y entre amigos.
Mire usted, le voy a contar lo que a mí me contó un día Antonio Ordóñez sobre lo que le ocurrió cuando, tres días seguidos, actuó en otros tantos festejos taurinos en el Astródromo de Houston de Texas (USA) para los que fue contratado en tiempos de la primera llegada del hombre a la Luna. Las corridas fueron totalmente incruentas. O sea, que los toros salieron al ruedo con los cuernos supongo que mutilados y luego enfundados en cuero y hasta con una fina almohada sobre sus lomos para evitar que los arponcillos de las banderillas les dañaran cuando se les pusieran, que fue lo único que se les pudo clavar encima porque ni hubo suerte de varas ni muerte de los animales con la espada. Sobre las inmensas gradas colocaron una gran pantalla en donde iban apareciendo comentarios explicativos en ingles y, cada vez que uno de los actuantes daba un lance o un pase lucido, aparecía en letras muy grandes y entre admiraciones la palabra "¡OLÉ¡", en la intención de que los espectadores la gritaran todos a la vez en su debido momento. Baldío resultó tal intento que, por cierto, ideó y llevó a la práctica el que fue matador de toros norteamericano, Jon Fulton, porque la mayoría de los olés sonaron varios segundos después de que los diestros dieron lances o pases y aquello fue una especie de tormento de voces extrañamente mezcladas con los allí atípicos compases de los pasables enlatados que sonaron a todo volumen.
Pero lo que más le extrañó a Ordóñez fue comprobar que lo que más encandilaba a los espectadores fue cada vez – y fueron muchas – que los dos toreros mexicanos que hicieron cartel con el rondeño, fueron cogidos o arrollados por las reses, mientras que él, que se limitó a hacer lo que solía, torear con absoluto dominio y temple, no concitó los mismos efluvios admirativos que las volteretas de sus compañeros. Y como no se dejó coger ni una sola vez, el desencanto de los que pagaron muy caras sus entradas con el gran torero anunciado con anterioridad a bombo y platillo, corrió parejo con lo que Antonio Ordóñez me dijo: "Aquello no tenía nada que ver nada con lo que debe ser la lidia ni el toreo aunque yo toreé muy a gusto y muy bien por lo menos a cuatro de los seis animales que me correspondieron".
Imagino que mi amable discrepante de ayer se habrá dado cuenta por qué le cuento esto aunque también que, al leerlo, pensará en qué tiene que ver lo de Houston con lo de ayer en Madrid respecto a la enorme diferencia en agresividad y presencia entre aquellas reses y las de Madrid. Y lleva razón. Pero yo también la llevo en señalarle el concepto que Ordóñez tenía del toreo – el que yo, como aficionado, aprendí de él, por cierto - y el que tiene este José Tomás de su reaparición que se parece mucho más al de sus peores años decadentes de la primera época que al que nos deslumbró en las tres inolvidables últimas temporadas de los 90. Bueno, pues eso.
Y es que por mucho que algunos insensatos digan que José Tomás se parece más a Malolete y a Ordóñez que a las grandes figuras que coexisten ahora con el de Galapagar aunque, últimamente, sin torear casi nunca juntos, que esa es otra circunstancia absolutamente intolerable por mucha gente que por sí mismo meta en las plazas, la verdad es que no se parece a ambos maestros ni por el forro de sus respectivas chaquetillas. ¿Se imagina usted – yo no – al que fue emperador del toreo Antonio Ordóñez en los muchos y terribles trances que ayer vimos a José Tomás, rebozado en sangre y arena tras las muchas cogidas que sufrió varias de ellas por falta de destreza cuando no provocadas o buscadas por él mismo?. ¿Imagina al solemnísimo y serenísimo Manolete en situaciones parecidas? Yo tampoco. O al menos eso creo que también usted pensará conmigo. Y ello dicho sobre Manolete, muerto al entrar al entrar a matar como es debido – y ahí está la histórica foto de Cano – a un toro de Miura en Linares tras sufrir otras muchas cornadas. Como también dicho sobre Antonio Ordóñez quien junto a Diego Puerta, fue el torero más castigados por los toros de su época.
Pero aquellas cornadas de ambos figurones no las sufrieron como las que ayer tanto se celebraron, entusiasmados hasta superar todo lo superable en histeria colectiva, la mayoría del público que abarrotó la plaza de Las Ventas de Madrid. Malolete y Ordóñez las padecieron haciendo el toreo, no el tremendismo que es lo que hizo José Tomás aunque en algunos momentos, también el toreo formal cuando sus dos toros se lo permitieron que fue poco, por cierto.
¿A dónde vamos a parar con este fenómeno de José Tomás?. A la sin razón y a la locura como ayer en tan terrible nueva apoteosis que, seguró, volverá a ser aprovechada para mitificarle más en busca de lo único que quieren los que están a su alrededor y la mayoría de los que tanto le admiran y reverencian en la prensa, ganar dinero a su costa. Nada más. A la sangre por la sangre. A la lucha de circo romano como dijo alguien al salir de la laza. Y al desprestigio o al menos a la absoluta desvirtuación del toreo como arte del todo ya mayor en su máximo esplendor en cuanto a lo que supone de total dominio del hombre sobre la fiera por mucho que, como no se para de decir, Tomás esté volviendo a popularizar la Fiesta hasta grados nunca vistos – porque son los medios y quienes ocupan sus tribunas los más responsables –, y no lo sería ni lo será cuando se vuelva a ir. Que de seguir como está será muy pronto y nadie pueda hacer lo que él hace. Y es que nadie lo hará tal cual ni tan buscando ser tan vulnerable aunque toree en el sitio donde, por cierto, Tomás ya apenas se pone, y lo lleve a la práctica más cerca, más despacio, más quieto y, por supuesto, con infinitamente más temple, más limpieza, más dominio y donosura que José Tomás, como hace muy pocos días vimos aquí mismo en Madrid a Miguel Ángel Perera y no se armó ni de lejos la que se arma cada vez que actúa el de Galapagar.
Porque, vamos a ver. Ayer anduvo el de Galapagar sucio hasta decir basta con el capote en sus dos toros salvo tal o cual lance; y planteándolo casi todo mal con la muleta con la que pareció un valentísimo y desigual principiante. No como corresponde a quien dicen es el sumun de la tauromaquia. Lo que sí es capaz de hacer José Tomás, es dejarse matar cuando le hace falta reventarlo todo y acallar con su sacrificio las protestas que, por cierto y en honor a la verdad, ayer empezaron a surgir desde el tendido del 7 que todo hay que decirlo. ¿O no?
Decir finalmente e insistir en que, de heredero de Belmonte, de Manolete y de Antonio Ordóñez, nada de nada. De quien es heredero directo es de Manuel Benítez El Cordobés al que ha sublimado en su versión más zafia, con la diferencia de que al de Córdoba le detestaban los puristas de su tiempo y al de Galapagar de nuestros días, esos mismos puristas o los que les han seguido, le aman más que a sus propias madres. Pero todo esto nos dará para mucho más. Mañana o pasado escribiré sobre sus vídeos y sobre sus fotos que, maligna, interesada o torpemente manejados, acaban de sembrar el desconcierto, sencillamente porque una imagen vale mucho más que mil palabras.
En tanto en cuanto se recupere José Tomás de sus graves heridas, lo que deseamos sinceramente, proseguirá su temporada que, tengan por seguro, ya no volverá a ser en ninguna otra plaza donde actúe tan auténticamente dramática como la de ayer en Las Ventas. Tan sangrienta inversión le va a suponer ganar más dinero en menos tiempo que nadie haya conseguido nunca y, además, matando reses impresentables sin necesidad de competir con diestros de su mismo rango.
Batalla campal, cuatro palizas terribles en tres toros distintos, una cornada grave, tres orejas, una impresión a veces heroica pero a veces excesivamente patética
Madrid, 15 jun. (COLPISA, Barquerito)
Tres toros de Lorenzo Fraile (Puerto de San Lorenzo), jugados por delante, de hechuras y condición desiguales. De huirse los dos primeros, y el segundo, agresivamente; el tercero se paró y estuvo a punto de echarse. Dos de Toros de Cortés (Victoriano del Río), cuarto y sexto, que completaban corrida, de serio cuajo los dos. Lesionado, vino al paso el cuarto; manejable el sexto. Quinto bus fue un sobrero de El Torero (herederos de Salvador Domecq), de buena condición.
El Fundi, de tabaco y oro, silencio tras un aviso y silencio. José Tomás, oreja tras un aviso y dos orejas tras un aviso. Pasó a la enfermería tras el arrastre del quinto. Juan Bautista, de azul ultramar y oro, silencio en los dos.
Madrid. Lleno. Primaveral. Algo de viento. Según parte del equipo médico de la plaza de toros, el quinto toro hirió a José Tomás en tres partes: una cornada de 20 cms. en el tercio superior del muslo derecho con destrozo de abductor; otra de 5 cms. en la rodilla derecha y otra en tercio inferior de muslo derecho. Pronóstico grave.
DIEZ días después de una celebradísima apoteosis, volvió a Madrid José Tomás en loor de multitud. Lo sacaron a saludar después de romperse filas. La ovación, la gente en pie, fue de trueno. Mayor aún la que, al cabo tres amagos de tragedia y conmociones constantes, iba a despedirlo antes de terminar la corrida dos horas y pico después. Por su pie a la enfermería, pero teñido de sangre el terno entero, dos boquetes en la taleguilla, arañazos por cuello, mentón y mejillas, varetazos por todo el cuerpo. Desencajado y dolorido el gesto, pálido y hasta violáceo el color de la tez, el paso sin apenas firmeza. Al borde del desmayo
Por la puerta de la enfermería, donde entró a lo largo de la tarde dos veces que pudieron ser hasta tres; y, virtualmente, por la puerta grande también. Sensible, el palco atendió a la concesión de la segunda oreja del quinto, que rodó sin puntilla y con vómito tras una estocada de atracarse. Tanto que, sin encunarse ni cruzar, salió el torero volteado, despedido y mal parado. Tres orejas. Gran botín. Un rarísimo triunfo que, por raro, hará historia.
Fueron tantos los sobresaltos como las emociones. O más. Cuatro tremendas palizas se llevó José Tomás. La primera, en un cite en falso antes de llegar al décimo muletazo con el segundo toro de la corrida, que lo prendió de pleno pero columpiándolo de un pitón a otro sin atraparlo, sino despidiéndolo. La segunda, en el remate de un extraño quite por gaoneras al cuarto de corrida, toro de El Fundi: José Tomás tropezó pisándose el capote y cayó de bruces, el toro, de amplio balcón, se le echó encima y lo tuvo entre los cuernos un buen rato. José Tomás salvó la vida porque el toro enterró los pitones y hurgó con ellos. El propio Fundi apareció en un quite absolutamente magistral. La tercera y la cuarta palizas llegaron en el quinto toro, un sobrero de Salvador Domecq, que lo empaló en un cite por fuera para un pase de pecho, y esa fue la paliza más dura y feroz de todas y la única que lo hirió de gravedad; después de la cornada vino a ser el episodio de la estocada.
La faena de José Tomás con el sobrero de Salvador Domecq dio de repente sensación de batalla campal. Contra razón, porque el toro tuvo buen son por la mano derecha y no malo por la izquierda. Confiado con él, José Tomás sorprendió a propios y extraños con cites de frente, no sólo el medio pecho, y muy despatarrados. El ritmo notable de dos tandas en redondo no se mantuvo al echarse la muleta a la izquierda. Después de la cogida, invadido el torero por un aire de patetismo, ya no contó apenas nada que no fuera su temerario esfuerzo de resistir al pie del cañón. Contaron unas manoletinas dramáticas. Y el vértigo tan contumaz para amarrar con la espada como fuera un triunfo. A morir había venido José Tomás esta vez.
De los cuatro toros de Puerto de San Lorenzo sorteados, los dos más distintos entre sí, el de más y el de menos trapío, entraron en su lote. El quinto, sin trapío, fue muy protestado y castigado con miaus de rechifla. Mal lidiado también: picado al relance, sólo sumulado el segundo puyazo. Tenía bondad. Con dos varas encima, y pese a que José Tomás trató de salvarlo con un quite de mero oxígeno –las manos arriba, capotazos más de brega que de compás- , el toro claudicó. El palco optó por la devolución. Se abrió la puerta a un primero sobrero, de Salvador Domecq, con el que se iba a rubricar con sangre la jornada.
El único toro del Puerto que José Tomás mató -muy astifino, lustroso, finas cañas, cortas manos, bella estampa-, le hizo sufrir mucho: antes de la cogida y más todavía después. Por la manera de huirse y renegar. Dos muletazos seguidos admitía en tablas, pero de la tercera se iba suelto y huido. Eso generó tensión. José Tomás se cerró tanto en tablas que parecía no haber hueco para el embroque ni el viaje. Los muletazos fueron de trágala. Cuando al fin José Tomás pudo ligar dos y el de pecho, se vino abajo la plaza. La faena, de consentir y de adivinar tuvo un raro final en chiqueros. Con la zurda José Tomás, enganchados todos los pases, explosiva situación. Un ay constante, porque se mascaba la cornada. Un pinchazo, una estocada atravesada. Con la cara ensangrentada dio José Tomás la vuelta al ruedo. La oreja fue algo protestada.
El papel era José Tomás. Y más que lo fue. Bien con el capote El Fundo, pero machacón con la muleta. Notable la espada de Juan Bautista. Y su serenidad, que a pareció la calma de un amanecer tras la tormenta José Tomás.
Quizas no se me entienda casi nada de lo que quiero decir, pero es que el de la Moral la tiene mu dura, he quedao exhausto, aburrido, acalorado, extresado, mosqueado, acongojado, y varios adjetivos "ado" más.
ResponderEliminarNo he visto un tio más hartible en los días de mi vida, fijaros to lo que ha tenio que escribir la criatura pa poder medio convencernos de que lo que pensamos, sobre Jose Tomas, no es cierto. Mira que es mal periodista, yo lo sabía, pero que sea un resentido, envidioso y sobre to pesao, eso no lo sabía. Tengo que dar un agradecimiento y un tiron de orejas a quien corresponda, son ambos por publicar ya varias noticias de este tipo sobre Jose Tomas, aunque el agradecimiento es mas fuerte que el tiron de orejas, no sabeis la alegria que me dais al poder comprobar una vez más la prosa tan ilegible del de "la mancha de la mora" y tan negativa, zafia, fea y con tanta ceguera.
Al final se me está pegando del "de la mora" lo de escribir tanto.
Lo siento, sigalo intentando salvador de los aficionados puristas.
Ole, "es de Ronda y se llama Cayetano", se define un torero, una forma de torear y de vivir en siete palabras.
ResponderEliminarCuando para alabar o para insultar hacen falta más de siete palabras, malo, una burra nos quieren vender, buena, buena, igual para trillar que para montar y enganchada un rayo, y de guapa...
Así habla el banderillero con más bemoles de España.
DESPUÉS DE LEER LOS COMENTARIOS, ME GUSTARIA HACER UN INCISO. NO SE SI EL TIRÓN DE OREJAS VA POR MI POR PUBLICAR ESTA NOTICIA. TENGO QUE DECIRTE RAÚL, QUE NADA MÁS LEJOS, PUESTO QUE SOY TOMASISTA Y CREO QUE LA FAENA DEL DE GALAPAGAR NO TIENE PEGAS, AL MENOS PARA MI. SOLO TRASLADO AL BLOG COSAS Y COMENTARIOS QUE ME LLEGAN, Y QUE CREO QUE DEBEN DE TENER SU SITIO TAMBIEN, PUESTO QUE DE LO QUE SE TRATA ES DE DAR CABIDAS A TODAS. SOY UNA PERSONA RESPETUOSA Y DEFIENDO A MIS TOREROS, PERO TAMBIEN ACEPTO LAS CRITICAS, AUNQUE NO ME GUSTEN, Y ESE ES EL CASO. COMO YA DIJE, ME LLAMARON PARA IR A VERLO A MADRID A MEDIODIA, LÁSTIMA QUE NO ESTUVIERA EN SEVILLA PARA QUE ME HUBIESE DADO TIEMPO A COGER EL AVE DE LAS 3, PORQUE SINO, ME HUBIERA LLEVADO TODA MI VIDA RONEANDO DE QUE YO SÍ QUE ESTUVE ALLÍ, EN VIVO Y EN DIRECTO. SÓLO HE QUERIDO EXPONER ESTAS DOS CRÍTICAS PARA DECIR, QUE PARA GUSTOS LOS COLORES, O SEA, QUE "HAY GENTE PA TÓ", COMO DECÍA... YA SABÉIS
ResponderEliminarLa lirio no tiene a quien le escriba.
ResponderEliminarLo han quitadado de periodista digital.
Y QUIEN ES LA LIRIO? ALGUIEN ME LO PUEDE EXPLICAR?
ResponderEliminarTu amigo del Moral. cuajo
ResponderEliminarGRACIAS JAVIER, PERO NO SABIA ESE MOTECILLO.
ResponderEliminarAH,Y ADEMAS, NO ES MI AMIGO.
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