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miércoles, 23 de abril de 2008

Y TEMBLARON DE EMOCION LOS GITANOS DE BENLLIURE... Por Vicente Zabala

Y TEMBLABAN DE EMOCION LOS GITANOS DE BENLLIURE... por Vicente Zabala.

Me estremecí en la plaza porque un torero sevillano se encontró frente a un miura y le dibujó el toreo. Ejecutó las suertes fundamentales de muleta como si soñara, algo que yo hacía mucho tiempo que daba por perdido para siempre en este artista que se llama Manolo Cortés.Se había dejado ir un buen toro, el primero de su lote. Anduvo aseadillo, una vez más, pero a medio gas, como siempre, como casi siempre. Pero los artistas son así. No sé qué mosca le picó en el quinto, que había hecho pasar mil fatigas a los banderilleros, que pasaban repetidamente en falso. A Manolo Cortés le gustó. Lo brindó al público entre el escepticismo general. Manolo se dobló con él, le anduvo hacia los medios con torería y, en el mismísismo platillo de la plaza se dio a un toreo de muletazo largo, casi tan largo como el propio animal, que era un auténtico tren. Toreo desmayado el suyo, muleta arrastras, muleta muy baja. Qué hermoso es ver torear con los engaños barriendo la arena, precisamente, cuando los que se hacen pasar por toreros artistas torean hacia arriba, casi a la altura del pecho. Cortés bamboleaba la muleta, la echaba a la cara del animal y...¡vamos para allá! ¿hasta dónde? Hasta el infinito, hasta donde duermen el sueño de los justos los grandes maestros del temple. La misma Maestranza, a tantos kilómetros de distancia, se estremecía de distancia, se estremecía de emoción, envidiosa de la plaza valenciana, enrabietada por algo que le habían robado lastimosamente. Faena de feria de abril de Sevilla, faena de aroma primaveral, olía a azahar y a calles angostas. ¡Esto sí que era un trozo de la Sevilla que todavía nos queda! Un torero hundido en los puestos de la zona templada, donde suelen habitar los mediocres, los aburridos y los resentidos, esos que le echan la culpa a no sé qué problemas sociales de su situación taurina, allí donde está este torero, fuera de lugar, por su propia culpa, se había revelado y había puesto de pie el arte en una tarde preparada para el 'damasimo' y la traca de pases seguidos o amontonados.Yo creo que, hoy, Manolo Cortés, torero, torero, torero, como coreaban oportunamente los médicos del palco, ha hecho usted llorar hasta los gitanos de bronce del mausoleo de José en el cementerio de San Fernando, esos gitanos que esculpió el valenciano Mariano Benlliure y que llevan en hombros, con paso lento, camino de la eternidad, al más grande toreo de todos los tiempos. Sevilla está de enhorabuena. Miura ha triunfado rotundamente en Valencia, aupándose por encima de su propia historia, mientras ese mocito agitanado de Gines se ha encontrado a sí mismo despertándose de un sueño, de una horrible pesadilla de mandangas y abulías. Las dos orejas del toro Laneto, número 8 del hierro de Eduardo Miura, le deben servir de reflexión, de llamada a su propia conciencia de torero. Sevilla, la fiesta, la afición necesita un torero así, un torero como el del domingo en Valencia frente a un miura. Punto final al cuento de esos toreros de opereta ¡ del ' no se pué aguantá...' ! y la 'grasia' y la 'esensia' de un quite o dos muletazos de manos altas y codos pegados al cuerpo. Yo me entiendo y el aficionado que sepa leer también...Dámaso González cortó tres orejas. Sin negarle ningún mérito, que los tiene, hoy no estoy para contar el trabajo de del hombre de Albacete. Mi respeto para su temple y su valor. Pero hoy hemos visto torear con arte. Es otra cosa.Completaba la terna Julián García. Se llevó dos toros de Miura de ensueño. El hombre no tiene nada que ver con el toreo ni como arte ni como técnica. Dio vueltas, muchas vueltas, y hasta le dieron una oreja. Pero torear no es dar vueltas en torno a los toros, sino quedarse quieto, muy quieto, con la figura erguida y obligar a que sea el toro el que gire en torno al torero. Vamos, todo lo que hace este buen hombre.Y termino con la misma satisfacción con la que inicié esta crónica. He visto torear a Manolo Cortés con la emoción en la garganta, con el temblor de mi pluma mientras emborrona con mis pobres garabatos el papel. Yo no se si va a repetir lo de hoy, pero esta faena me la llevó para Madrid, muy juntita a las mejores que laten en el archivo de mis sentimientos, allí, a la vera del corazón.

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